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El calendario maya: la hazaña tecnológica que maravilló al mundo

Foto(s): Cortesía
Redacción

Rafael Alfonso

En el vasto tapiz de la historia humana, hay logros que destellan como joyas al marcar momentos en que la creatividad y el ingenio se entrelazaron para dar forma a lo que somos el día de hoy. Entre estas maravillas se encuentra el calendario maya, una hazaña tecnológica que sigue asombrando al mundo moderno con su precisión y profundidad.

A lo largo de los siglos, muchas civilizaciones han buscado una forma de medir y predecir el tiempo con la mayor precisión posible. Sin embargo, los mayas llevaron esta búsqueda a nuevas alturas con un sistema calendárico meticulosamente elaborado. En su tiempo, aunque desconocido para el mundo occidental, el calendario maya se erigió como el más preciso del mundo; obra maestra de cálculos astronómicos que asombraba por su capacidad de sincronizar los ciclos celestiales y anticipar con asombrosa exactitud los eventos astronómicos.

El 13 de agosto de 3114 A.C. marca un punto de partida significativo en la historia maya: el inicio de la cuenta larga de su calendario. A través de intrincados cálculos y observaciones astronómicas, los mayas lograron trazar un sistema que se extendió durante miles de años, culminando en el solsticio del 21 al 22 de diciembre de 2012. Este evento, lejos de ser una predicción apocalíptica, fue una demostración del conocimiento avanzado que los mayas, desde observatorios erigidos en la selva, habían adquirido sobre el movimiento de los astros.

Las formas calendáricas similares que se encontraron en diversas culturas mesoamericanas sugieren la posibilidad de un origen olmeca, llamada también “cultura madre”, que irradió este conocimiento a otras civilizaciones, entre ellos los zapotecos, otros investigadores afirman que son los mayas los precursores calendáricos. Más allá de una capa de misterio irresoluble, esta interconexión subraya cómo la tecnología y el conocimiento se transmiten y evolucionan a lo largo del tiempo, influenciando a diferentes pueblos en un rincón del  mundo y que compartían no solo cosmovisiones sino formas de vida, de organización social y medios de subsistencia similares.

Pero el legado de los mayas no se limita solo al tiempo. Junto con su calendario, también se les atribuye la primera escritura fonética de Mesoamérica. Los jeroglíficos mayas, tallados en monumentos y plasmados en códices, representan una forma temprana de comunicación escrita encaminadas a preservar su historia, su mitología y su conocimiento. Esta proeza tecnológica en el campo de la comunicación oculta en la profundidad de la selva, aunque anticipada en el siglo 16 por Diego de Landa, no fue descifrada sino hasta el siglo 20 por el lingüista, etnólogo y militar soviético Yuri Knórozov.

En última instancia, es vital reconocer el legado de los mayas como un faro de conocimiento y logro tecnológico en el horizonte de la historia. Su calendario, meticulosamente calculado y ajustado a los ritmos celestiales, revela una comprensión avanzada de la astronomía y las matemáticas, además, su escritura fonética nos habla de su dedicación para innovar intelectualmente, cualidad cuyo reconocimiento suele escamotearse a los pueblos originarios. Al reconocer este legado, honramos la capacidad humana de trascender los límites y de explorar lo desconocido.

 

En su tiempo, aunque desconocido para el mundo occidental, el calendario maya se erigió como el más preciso del mundo.

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