Denarios: Rebeca | NVI Noticias Pasar al contenido principal
x

Denarios: Rebeca

carro
Foto(s): Cortesía
Redacción

Sebastiana Gómez

Rebeca era una joven mujer, muy hermosa, con una larga cabellera castaña. Nació en el seno de una familia con muy buena posición económica. Su padre era dueño de una empresa de exportación de artesanías que contaba con muchos empleados.

La familia vivía muy bien. Aunque el papá había soñado con un hijo varón, al nacer, su niña le ganó el corazón y conforme crecía le fue cumpliendo absolutamente todos sus deseos, sin exigirle demasiado. Rebeca fue una estudiante promedio, no se sacrificaba por la escuela, ya que siempre decía no necesitarla. Cuando cumplió quince años, sus papás la festejaron con una gran cena, en el salón más caro de la ciudad, invitando a todos los amigos y familiares de la chica. Ella estaba muy contenta, pero algo empañaba su felicidad, había pedido como regalo un auto deportivo rojo, su papá se lo negó, pero prometió obsequiárselo cuando cumpliera dieciocho años. Llegado el plazo, Rebeca le exigió a su papá el anhelado automóvil que aprendió a manejar de inmediato. Desde que tuvo su auto desarrolló una extraña afición, conducirlo sola a altas velocidades, cosa que hacía regularmente.

A la empresa de exportaciones entró a trabajar Mario, un joven y apuesto contador, cuatro años mayor que ella. Aunque era un empleado de su familia, se enamoraron a primera vista. Como si se tratara de otro capricho, al cumplir los veinte años, Rebeca obtuvo el permiso de su papá para casarse con el joven contable. Entonces, su padre le regaló a la pareja un departamento cerca de la casa familiar.

Después de tres años de matrimonio, Rebeca tuvo un hijo. Aparte del servicio que ya tenían en casa, ella pidió una nana para su bebé y le fue concedido. La joven formó así una familia feliz. Rebeca lo tenía todo. Por las mañanas, la joven señora subía a su carro, tomaba la avenida que la llevaba hasta la autopista y ya en la carretera pisaba fuerte el acelerador recorriendo varios kilómetros antes de volver a casa. Disfrutaba de la velocidad, que para ella era lo máximo. Cuando el aire tocaba su rostro, era como si unas fuertes manos acariciaran sus mejillas y aquellos dedos se entrelazaran al viento con su cabello, sintiendo un cosquilleo en todo su cuerpo que le causaba mucho placer.

Al cumplir cinco años de casados, su esposo le dijo que ese día debería ser especial. Mario solicitó permiso para no ir a trabajar y le pidió a su esposa que lo alcanzara en el centro de la ciudad, que la invitaba a comer donde ella quisiera para pasar el día en familia. Ella salió como de costumbre. Tomó la avenida que conocía muy bien, la que llevaba a la autopista, pero la hora de la cita llegó y Rebeca no aparecía. Mario, preocupado, contestó de inmediato una llamada. Era la policía para comunicarle que el auto rojo de su esposa estaba incrustado en un árbol de la avenida.

 

“Cuando el aire tocaba su rostro, era como si unas fuertes manos acariciaran sus mejillas”.

Noticias ¡Cerca de ti!

Conoce los servicios publicitarios que impulsarán tu marca a otro nivel.