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Denarios: Estampas para mis nietos: la paciencia y el limonar

abuelita
Foto(s): Cortesía
Aleyda Ríos

Conchita Ramírez de Aguilar

—Mañana sembraré el limonar, Nenecita. Es sábado y no vas a la escuela, así podrás ayudarme— me dijo mi Nana muy sonriente, cuando regresé de la escuela. Corrí hacia ella y abrazándola le contesté:

—Gracias, Nana; por supuesto que te ayudaré.

Entré a casa corriendo muy contenta, para darle la noticia a mi mamá. Se alegró mucho y me recomendó estuviera muy atenta cuando se sembrara,  para que yo después pudiera hacerlo con otras plantas.

Dormí soñando con él y lo vi ya muy grande, cargado de limones. Así, contra mi costumbre en sábado, me levanté muy temprano para buscar a mi nana y decirle que ya estaba lista. Ella me contestó que sería por la tarde, después de comer, porque primero debería terminar sus quehaceres.

La mañana se me hizo muy larga y cuando acabamos de comer, salí al patio para encontrarme con mi Nana. La vi caminar por  el zaguán muy apurada, con cara de enojada y abrazando el limonar. La alcancé y extrañada, le pregunté:

—¿A dónde vas, Nana?

—Me voy de casa, ya no quiero vivir aquí.

—Nana, no te vayas, no me dejes.

Llorando entré a casa y le conté a mamá lo que había sucedido. Ella me limpió las lágrimas y dulcemente dijo:

—No te preocupes. Leo solo está enojada. Anda, ve a jugar, ya regresará.

Salí, me senté en el zaguán para esperarla y cuando, después de algún tiempo la vi venir, corrí hacia ella, la abracé y le dije:

—Nana, te quiero mucho, por favor, nunca me dejes.

Así, abrazadas entramos a la casa, se quitó su rebozo, me dio el limonar y tomándome de la mano me llevó al lugar donde lo íbamos a sembrar. Lo sacó de la lata y enseguida me dijo que lo colocara dentro del hoyo, que ya había preparado. Yo, con mucho cuidado, lo hice y, como me lo indicó, cubrí las raíces con la tierra que estaba a un lado. Terminó de acomodarlo y me pidió lo regara con suficiente agua, para que sus raíces se fortalecieran. Cuando terminamos, lo vi  y le dije:

—¿Verdad que crecerá?

Ella acarició mi cabello, sonrió y contestó:

—Claro que crecerá, solo hay que regarlo y cuidarlo.

—De eso me encargo yo, Nana. Todos los días lo regaré  y lo cuidaré para que crezca feliz.

Al terminar me dio un beso y regresó a preparar la merienda de la abuela. Yo me quedé un rato contemplándolo y lo imaginé ya lleno de  azahares, que como mi Nana dijo, al caerse dejarán botoncitos que se volverán frutos.

Me despedí de él, diciéndole:

—No estés triste, vendré todos los días a regarte, te cuidaré y platicaré contigo; además, recuerda, aquí están tus amigos: los geranios, la buganvilia, las conchas y todas las demás plantitas; te queremos y deseamos verte feliz siempre.

Todos los días, al salir para la escuela, me acerco a saludarlo y lo acaricio, pero siempre lo veo del mismo tamaño. Me preocupo porque pienso que se quedará así. Le pregunté  a mamá  por qué  mi hermanito crece y el limonar no. Me explicó que las plantas no crecen como los seres humanos y que tuviera mucha paciencia.

Cuando mi Nana me ve cerca de él con mi mirada triste, siempre me dice:

—Crecerá, Nenecita, crecerá. Solo ten paciencia.

La escucho y me pregunto:

—¿Dónde podré comprar la paciencia que tanto me piden?

 

“La vi caminar por  el zaguán muy apurada, con cara de enojada y abrazando el limonar”.

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