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Denarios: El sacrificio de Maricela

niña
Foto(s): Cortesía
Redacción

Javier Sarmiento Jarquín

Hace treinta dos años, a la pequeña ciudad costera donde trabajé como Médico Cirujano en el Hospital Regional, llegó una joven de veinte años de edad buscando trabajo como empleada doméstica, con la buena fortuna de conseguirlo en la casa de la familia Aguilar.  Doña Catalina la acogió con entusiasmo, pues la ayudaría con los quehaceres de la casa, sus hijos eran ya mayores.

En esos años, las jóvenes usaban blusas o playeras muy holgadas. Maricela (que así se llamaba) las utilizaba. Como era de baja estatura y de complexión delgada, la familia no se percató de que estaba embarazada. El primero en notarlo fue don Cándido, lo comentó con su esposa e hijos. Una tarde se reunieron en la sala de la casa y le preguntaron a Maricela qué tiempo llevaba de embarazo. Ella no tuvo otro remedio que aceptar su embarazo de siete meses y les contó su historia. La joven era estudiante de una institución educativa en una población cercana; el padre de su bebé era un hombre casado que no quiso hacerse responsable de la situación,  por lo que se vio obligada a dejar la escuela para trabajar y, con sus ingresos, pagar la atención del parto. Doña Catalina y don Cándido decidieron apoyarla, con la inconformidad de sus hijos. Ellos consideraban que era “mucha responsabilidad”.

Yo era médico de la familia, por lo tanto, llevaron a la joven a mi consultorio para su valoración y control de los dos meses que faltaban para la fecha probable del parto. Llegado el momento, Maricela comenzó con las contracciones y la llevaron a la clínica donde yo la atendería. Hice la valoración obstétrica y encontré que tenía estrechez pélvica, por lo que el parto no sería normal (eutócico). Practiqué una operación cesárea obteniendo un hermoso niño que lloró y respiró, luego corté el cordón umbilical y se lo entregué a la enfermera que terminó de ligarlo, hacerle la limpieza y envolverlo con campos estériles. Cuando quiso ponerlo en el pecho de la mamá, para nuestra sorpresa, no aceptó  verlo.

Terminamos el acto quirúrgico, la pasamos a su cama para su recuperación y colocamos al bebé en su cuna, junto a la madre, pensando que, al escuchar su llanto, pediría abrazarlo, pero no fue así. Su decisión, de no querer ver a su hijo, fue firme, argumentando que lo regalaría a quien lo quisiera, ya que no tenía recursos para alimentarlo y no podía llegar a su pueblo con un hijo, pues sus padres la correrían y no podría seguir estudiando.

Unas religiosas que se enteraron del problema, encontraron un lugar para el bebé ⎯con un matrimonio que no podía tener hijos⎯. Ellos lo recibieron con mucho amor, llevándolo a registrar con sus apellidos. A Maricela la di de alta pensando que se quedaría con la familia Aguilar, pero se fue y no regresó, ni para retirarle los puntos de sutura de la herida quirúrgica.

El pequeño creció fuerte y sano, con mucho amor, correspondiendo a la buena educación que le brindaron sus padres adoptivos. Para satisfacción de ellos, ahora es un Médico General, y tiene la ilusión de hacer la especialidad en Pediatría.

 

" Yo era médico de la familia, por lo tanto, llevaron a la joven a mi consultorio para su valoración".

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