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Cuentos del Doctor Lector: El amor en tiempos de pandemia

pandemia
Foto(s): Cortesía
Redacción

Francisco José González Durán de León

En varias ocasiones tuvo que doblar turno, ya que algunos compañeros cayeron enfermos y dejaron de ir. Él sabía que su única misión era ayudar a sus enfermos y a su país.    

Después de casi seis meses de trabajo y ya sin el miedo que se sentía al principio de la pandemia, más relajado, empezó como buen cardiólogo a preocuparse por su corazón: sin planearlo, se enamoró de una hermosa doctora que trabajaba día y noche sin descanso.  Esta admiración por ella le provocaba suspiros incontrolables, anhelos y las ansias de un adolescente “que persigue por el cielo de Oriente la libélula vaga de una vaga ilusión” de Rubén Darío. No la había visto físicamente, ya que el traje de “astronauta” no se lo permitía y además estaban en turnos de trabajo diferentes. Ambos se entregaban a los enfermos: ella en la sala de los intubados y él desde el vidrio de la antesala. Ella salía, él entraba. El cambio era con ambos uniformados; con careta, lentes, cubreboca, y sus trajes de “astronauta”. Lo único que veía de ella eran sus ojos y su mirada limpia y brillante, como la de una escultura de madera de una virgen en la iglesia. Era más imaginación que realidad. Su corazón estaba muy conectado a su sistema límbico y poco a poco éste lo traicionó; la emoción de servir a los enfermos de Covid que lo invadía al principio, empezó a transformarse en deseos de conocerla. En eso, Arnulfo nunca tuvo experiencia, no había nacido para conquistar, sino sólo para enamorarse.

Todas sus tardes libres, cansado de su jornada de casi 12 horas, le escribía poemas a la enigmática doctora. Un día no llegó a trabajar y así pasó casi una semana. Lleno de miedo, curiosidad y angustia, le preguntó por ella a un amigo, con temor de que se hubiera contagiado. “No te preocupes, le dijo, ella está muy bien, sólo pidió vacaciones porque se casó con el doctor Sánchez. ¡Suertudote! Esto de la pandemia está haciendo muchas historias de amor. Jajaja”.

Arnulfo palideció; no murió de Covid, ¡murió de amor!

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