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Propone “Tardes en el diván” risas para traumas 

Selma, la protagonista de Tardes en el diván
Foto(s): Cortesía
Luis Ángel Márquez

CIUDAD DE MÉXICO.- Cuando Selma Derwich, una tunecina formada como psicoanalista en Francia, vuelve a su país, decide poner un consultorio.

No tendrá éxito, le dicen. En Túnez, nación árabe, las cosas funcionan de manera distinta a Occidente, y se arreglan si es la voluntad de Dios. Ella, una mujer sin marido o novio, tatuada y, por lo que se ve, atea, no será bien recibida. Mucho menos si se enteran de que la foto del hombre barbado que tiene enmarcada es de un judío, Sigmund Freud.

Interpretada por Golshifteh Farahani (Misión Rescate), Selma es la protagonista de Tardes en el diván, comedia que se estrena este jueves en cines. No es un spoiler decirlo: en el filme, ganador del Premio del Público en el Festival de Venecia, su negocio tiene éxito inmediato.

Estamos en tiempos post Revolución del Jazmín (2010-2011), en la que cayó el dictador Ben Ali. Y aunque el país sigue en crisis y nada es estable, los tunecinos quieren ser escuchados.

"A los tunecinos les prohibían expresarse. La gente no podía hablar de lo que querían, de política, de sus sentimientos. La presión era dura. Cuando la dictadura cayó, hubo una liberación tremenda. 

"La gente empezó a hablar. Fue un torrente expresivo importante. Yo lo relacioné de inmediato con el proceso de psicoanálisis. Yo veo un paralelismo entre un país que tiene que reconstruirse y redefinirse, con un individuo que entra al psicoanálisis y redefine sus relaciones", explica la directora Manele Labidi.

El personaje, tanto en el diván como en la calle, verá problemas de todo tipo. Personas que quieren ser libres, que dudan de su identidad de género o sus creencias, pero también las heridas que dejó la mano dura de Ben Ali, quien gobernó el país por más de 23 años. 

Para la cineasta franco-tunecina, fue natural encarar esta historia en clave cómica. El tono, dice, está en el adn de su pueblo originario.

"No pude haber contado esta trama de manera dramática. Mientras más serias se ponen las cosas, más quiero yo aligerarlas. Quizá es para protegerme, pero también para observar las tragedias de forma más distante y objetiva".

Selma es taciturna, solitaria y está convencida, para extrañeza de los tunecinos que sueñan con huir de su país, de que una pareja o una familia no son su salvación. Busca su senda sin disculparse con nadie.

"En una sociedad como la tunecina está la idea, o casi mandato, de que una familia te completa como mujer. Ella persigue sólo el sentido de su vida. Resulta raro de ver, porque generalmente las comedias nos muestran mujeres que lo que quieren es amor", opina.

Tiene el personaje gotas de esencia de la propia directora. Labidi, quien vive en Francia, filmó en Túnez el largometraje en una suerte de viaje de reconexión con sus raíces, pero también aportar ladrillos a la reconstrucción de la cultura ahí.

Hubo un choque. No necesitó psicoanálisis para darse cuenta de que la realidad es más complicada.

"Los criados en occidente, cuyos padres migraron, muchas veces pensamos que nuestras raíces, que volver a ellas, hacer caminos reversos a los de nuestros padres, nos darán confianza o fuerza cuando nos sentimos atorados. 

"Pero es más una fantasía. Cuando llegas a tu país de origen enfrentas problemas que te hacen sentir excluido. No tienes los mismos códigos y te debes adaptar. Son sueños idealistas".

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