Pasar al contenido principal
x

Héctor Infanzón festeja 45 años entregado al jazz 

hector_infanzon
Foto(s): Cortesía
Agencia Reforma

CIUDAD DE MÉXICO.- Desde el escenario del legendario bar Arcano, Héctor Infanzón (Ciudad de México, 1959) vio aparecer una noche a Wynton Marsalis acompañado de Chilo Morán. Por respeto, a sabiendas de que el trompetista estadounidense venía de presentarse en el Palacio de Bellas Artes, no lo invitó a subir bajo el entendido de que estaba ahí para escuchar. Pero sí lo hizo Chilo, y acto seguido lo secundó Marsalis, uniéndose al palomazo.

Ambos músicos tocaron un buen rato con Infanzón, quien evoca aquel episodio de 1991 como "una noche memorable" en su carrera. El histórico Arcano fue un parteaguas para su generación, el lugar de reunión de la comunidad del jazz donde era posible escuchar las nuevas propuestas y música original.

Infanzón ya empezaba a componer y a armar grupos como Antropóleo, trío formado con el contrabajista Agustín Bernal y el baterista Tony Cárdenas.

Justo un 3 de septiembre, pero de 1976, recibió su primera lección de piano, recuerda en entrevista. Y al año siguiente, recibió su primer sueldo, que marca el inicio de su carrera profesional y una fecha memorable. 45 años que ya se alista para celebrar.

"El 3 de septiembre marca para mí el día en que el maestro de piano me marcó en la partitura 'éste es el Do y éste es el Re en el piano'. Es una fecha que para mí significa mucho".

En su casa había diversos instrumentos y, para Infanzón, tocarlos era parte de un juego, pero no tuvo un piano en casa sino hasta que ya llevaba tres años en la Escuela Superior de Música (ESM), en la calle de República de Cuba, en el Centro Histórico.

"Gracias a que de niño jugué a la música, se me hizo muy natural dedicarme con esa misma pasión y curiosidad; por horas y años al piano, fue un juguete del que ya no me separé. El piano fue mi pasión y lo sigue siendo".

Su primera gran impresión con el jazz ocurrió en la Superior. Recuerda que un día, al llegar y cruzar el patio, de pronto escuchó el sonido de un "piano impresionante" que lo hizo subir de inmediato al Auditorio Silvestre Revueltas.

Aquellas improvisaciones libres eran de Francisco Téllez, mientras Jazzamoart, pintor al que entonces no conocía, reaccionaba con su pincel a la música. "Escuchar el free jazz fue impresionante", evoca.

Infanzón fue de los primeros en apuntarse al taller de jazz de aquel pianista, quien sería el creador de la licenciatura en jazz en la ESM, la primera de América Latina.

Téllez invitaba a sus estudiantes del taller al Nuevo Orleans o la Casa del Lago para palomear con su Cuarteto Mexicano de Jazz y así poner en práctica lo visto en el salón de clases.

 Un improvisador natural

Infanzón aprendió en su casa a tocar la guitarra, el vibráfono y la batería, y encontraría en el jazz el camino natural para dar rienda suelta a la experimentación con una libertad absoluta.  "Ahora me doy cuenta de que soy un improvisador natural, desde niño jugué a la música".

En la academia consiguió una formación clásica y estuvo expuesto a los grandes compositores, pero su bagaje musical también está en la calle. En 1977 empezó a tocar salsa en el grupo de su papá y sus tíos, el "poder antillano", el ritmo nacido en Nueva York en los 70 que escuchaba en los discos de Fania Records de la época, donde descubrió a los pianistas Eddie Palmieri, Larry Harlow y Papo Lucca.

En el día estudiaba en la Superior y en las noches tocaba en centros nocturnos como el Molino Rojo, en la Colonia Obrera, o el Salón Colonia, Caballo, El Rey y luego en el Bar León. "Ya era subir de nivel, el Bar León era como la Catedral de la salsa entonces", y también el Salón Los Ángeles.

"Eso no se aprende en la academia, hay que ir a la calle a tocarlo, se aprende oyendo discos, tocando con los compañeros que te van diciendo cómo. Ese aprendizaje es vivencial", dice.

Recuerda los años 70 como de una gran efervescencia, con gran cantidad de propuestas como el rock progresivo y el R&B contemporáneo, y al mismo tiempo la salsa de Nueva York.

"En el jazz surgieron nuevos músicos que impactaron la historia del género, como Chick Corea, que venía del jazz rock o venía del free. Fue una época muy rica, incluso en México, con las bandas de rock que fueron reprimidas en el 68. Todo eso me marcó; lo apreciaba bastante".

Infanzón siguió preparándose pianísticamente porque quería emular a sus ídolos, como el canadiense Oscar Peterson, convencido de que, si quería llegar a esos niveles de virtuosismo, tenía que seguir estudiando música clásica, que podía proveerlo de una buena técnica. Compró todos sus discos y transcribió mucho. Estudió a conciencia su estilo.

Peterson, añade, significó un "cambio radical" en cómo abordar el instrumento, y con ello marcó a toda una generación. Lo descubrió por "Historia de un artista", una colección de dos discos que su papá compró, aunque Infanzón llegaría a coleccionar hasta 200 discos del canadiense.

"¿Quién no quería ser Oscar Peterson en esa época?", dice. "Para nuestra generación, oírlo era oír el jazz en su máximo virtuosismo y musicalidad".

Después de los centros nocturnos y el Arcano vino una etapa de transición con el Banco del Ruido, agrupación que tocaba entre música afrocaribeña y latin jazz donde pudo combinar gustos.

"Fue una transición muy importante donde le di rienda suelta a la improvisación, a la composición, y de experimentar; fui necesariamente a dar al jazz con franqueza", relata.

Poco a poco iría cobrando importancia su faceta como compositor, reflejada en sus grabaciones. "Lo sigo haciendo hasta ahora. Fue una decisión afortunada desde entonces poder ofrecer mi propia voz".

Infanzón comparte con orgullo que ha podido llevar sus dos carreras: como pianista y como compositor. Es autor de una gran cantidad de obras sinfónicas, para música de cámara, instrumento solo y duetos.

Su primer disco, De manera personal, de 1993, fue resultado de un accidente. Iba a grabar su primer álbum con trío con el bajista Rodrigo Cárdenas y el baterista Waldo Madera, pero el ingeniero no llegó, por lo que infanzón echó la máquina a andar y se puso a tocar. Esa grabación representó su debut.

El disco con el trío se materializaría años después con Nos toca (1997), y ya como cuarteto, al haberse sumado el percusionista Armando Montiel.

A 45 años de entrar a la música, en su catálogo acumula más de una decena de grabaciones. 

En el corazón de la ciudad

Infanzón nació el 25 de abril de 1959 en la calle de Regina, fue bautizado en la Catedral Metropolitana y creció en San Juan de Letrán 41, el edificio de Superleche que se cayó con el temblor del 85. Tenían por vecino a Toño Quirazco, pionero del ska en México y muy amigo de su papá.

Crecer en el Centro Histórico le dejó una huella profunda; siempre lo camina en busca de lugares nuevos, de historias.

"Es interminable la historia que cuenta la Ciudad, y me gusta regodearme en ella, sentir las sonoridades, los pregones y una cantidad de armonías que me emocionan muchísimo".

El bullicio que para otros es ruido para Infanzón es música.

"Ese eclecticismo, esa hibridez de la Ciudad es la manera en que escribo y toco", dice. "Mi música es un reflejo de todo el eclecticismo que nos ofrece la Ciudad, con toda la riqueza, agresividad y sorpresas que siempre nos tiene. Mi música está impregnada de eso".

Celebró anoche sus 45 años de carrera con su orquesta, se presentó en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris con el espectáculo ¡Juega!, en el que el hilo conductor es el juego y presentó cuadros escénicos con bailarines, actores y recursos multimedia.

Próximamente se presentará en el Salón Los Ángeles, lugar emblemático en su trayectoria, el mismo espectáculo “¡Juega!”el 30 de septiembre. Después, en Guanajuato, participará en el 50 Festival Internacional Cervantino como parte de la oferta artística de la Ciudad de México como invitada de honor del encuentro.

Noticias ¡Cerca de ti!

Conoce los servicios publicitarios que impulsarán tu marca a otro nivel.