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Con taquiza, Elena Poniatowska celebra sus 90 años en familia

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Foto(s): Cortesía
Alejandra López Martínez

Agencia Reforma

CIUDAD DE MÉXICO.- Tinga de res, chicharrón en salsa verde, mole rojo con pollo, rajas con crema o chorizo con papas.
 
 "Por favor, pasen a servirse", invitaba la tarde del jueves Felipe Haro, hijo de Elena Poniatowska, a los amigos y familiares reunidos para festejar a la escritora y periodista en su cumpleaños 90, reunidos en la sede de la fundación que lleva el nombre de la autora, quien apenas hace unas horas antes, había sido centro de un homenaje nacional en el Palacio de Bellas Artes.
 
 Pero pasarían todavía varios minutos antes de que los invitados inauguraran la taquiza y decidieran acercarse a las ollas de barro sobre pequeños anafres que mantenían los guisados calientes. La plática, los reencuentros y los "salud" se imponían.
 
 "¿Qué vas a pedir, Angélica?", preguntó la fotógrafa Lucero González a la actriz Angélica Aragón, de las primeras que llegaron al festejo íntimo en José Martí 105, en la Colonia Escandón.
 
 "Cochinita, por supuesto", respondería la histrión. "Está buenísima", confirmaba Martina García, la mujer que ayuda en casa a Poniatowska desde hace más de 15 años.

Dos de cochinita y dos de rajas fue lo primero que el servicio especial de taquizas La Frida sirvió a la festejada, quien llegaría poco después de las 15:30 horas, procedente de Bellas Artes; toda de blanco, acompañada de sus numerosos nietos; elegantes todos.
 
Los recibirían aguas de horchata, jamaica y limón para mitigar el calor de la tarde, al cobijo de una carpa desplegada en el patio del inmueble que resguarda el archivo de la Premio Cervantes 2013.
 
 Además de vino tinto, cerveza, tequila y mezcal para el brindis de los invitados, alrededor de una treintena. Varios más de los que cabrían en el comedor de la casa de la escritora en Chimalistac, pero no tantos como para que dejara de ser un encuentro íntimo y privado.
 
Poniatowska se mostraba siempre sonriente, repartiéndose de una mesa a otra. Entre la que ocupaban el excanciller Bernardo Sepúlveda Amor y la titular del INBA, Lucina Jiménez, y la de la académica y feminista Marta Lamas.
 
 "Tómanos una foto", pedía en algún momento Lamas, posando al lado de Jenaro Villamil, director del Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano.
 
 Cuando las copas ya habían sustituido a los platos, la periodista Blanche Petrich fue la primera en despedirse, acercándose a Villamil y, por supuesto, a la mujer que motivaba la serena pero emotiva reunión.
 
 Hacia las 18:00 horas, la gente de La Frida ya había recogido las ollas y los guisados, mientras en las bocinas sonaban éxitos ochenteros de Miguel Bosé, Flans, Mecano, Emmanuel.
 
 Lucero González, fundadora del Museo de Mujeres Artistas Mexicanas (Muma), aprovechaba para capturar con su celular a Poniatowska sentada junto con la feminista Marta Acevedo.
 
 Era un desfile de abrazos y felicitaciones para la autora de los clásicos "La Noche de Tlatelolco" o "De noche vienes", que al rato intercambiaba palabras con el arquitecto Francisco Martín del Campo, conforme el espacio se iba vaciando.
 
 De pronto, obligadas e imprescindibles, de nuevo Las mañanitas que ya habían sonado en Bellas Artes, pero esta vez en la versión de Pedro Infante, que corearían quienes pacientes aguardaron hasta el pastel. De trufa de chocolate, con una cereza al centro, que las nietas de Poniatowska ayudaron a partir y repartir. "¿Le sirvo café?", ofrecían los meseros, como anunciando el final, aunque el tinto aún rellenaba las copas y algunos cigarros se consumían entre los dedos.
 
 Y sin que nadie pudiera convencer a Inés -hija de Felipe- de que le cantara algo a su abuela por su cumpleaños, la tarde avanzó, y de los invitados quedaría sólo un puñado charlando en compañía de la autora, siempre contenta y arropada, con una sonrisa inagotable de gratitud.
 
-¿Le hizo falta alguien?

- No, al contrario. Estoy muy feliz de todos los que me acompañaron, de lo bien que la pasamos aquí y en Bellas Artes. Es una celebración muy importante, 90 años.

-Faltaron sólo los mariachis.

-No, los mariachis vinieron en la mañana temprano, a la casa (en Chimalistac). Los mandó Guadalupe Loaeza, que está en el hospital. La quiero muchísimo.
 
 Poniatowska celebraba 90 años, pero también los que habrán de venir.

 

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