Pasar al contenido principal
x

Alejandra Pizarnik, la muchacha del infinito

alejandra-pizarnik
Foto(s): Cortesía
Giovanna Martínez

Leonardo Pino

La poeta y ensayista Alejandra Pizarnik, está reconocida como una de las voces más originales de la literatura argentina. Su extensa obra integrada por libros de poesía, ensayos, crítica literaria y traducciones, nos ayuda a entender los mensajes de la literatura de su tiempo.

Nacida en el año 1936, la niñez y juventud de Alejandra estuvieron marcadas por la angustia de la guerra, la historia inmigrante de su familia y la incapacidad para integrarse a un mundo que percibía ajeno. 

Lectora de los vanguardistas de su tiempo, creyó con ellos que la obra de arte era la vida misma y convirtió su existencia en una realidad poética. Por eso creó una patria donde sentirse igual a otras y otros desterrados del mundo físico, que abrevan su vida en el lenguaje, en la esfera de la palabra.

“La muchacha halla la máscara del infinito / y rompe el muro de la poesía”, a la que definió como “un lugar donde lo imposible se vuelva posible”.

De ella se dice de todo: poeta maldita, suicida, loca. Que si la pulsión del suicidio, la bisexualidad, las anfetaminas. Desde algún lugar, ella responde “debajo estoy yo / Alejandra”.  Y está su obra maravillosa, menos frecuentada que su biografía.

En su estadía en París entrevistó a Simone de Beauvoir, asistió a conferencias de Sartre y Lacan, e hizo amistad con escritores latinoamericanos radicados allá, como Julio Cortázar y Octavio Paz, que le prologó su libro "Árbol de Diana".

Sin embargo, las sombras crecían dentro de ella; ella, la exiliada, la errante y solitaria de ojos grandes, que escribió, sabedora del epílogo, “Simplemente no soy de este mundo. Yo habito con frenesí la luna. No tengo miedo de morir; tengo miedo de esta tierra agresiva. (…) ¿Qué haré cuando me sumerja en mis fantásticos sueños y no pueda ascender? Porque alguna vez va a tener que suceder. Me iré y no sabré volver”.

Esa vez, la entrevista ocurrió en Buenos Aires, el 26 de septiembre de 1972. Alejandra tenía 36 años.

Alejandra, con tus palabras “otra vez te digo, / ahora que el silencio te envuelve por dos veces en sus alas como un manto /en el fondo de todo jardín hay un jardín”.

EX LIBRIS

Homenaje a T. S. Eliot

Alejandra Pizarnik

Buenos Aires, 8 de febrero de 1965

"Vengo leyendo los poemas de T. S. Eliot desde mi adolescencia. Conozco de memoria buena parte de los 'Four Quartets'. En cuanto a los ensayos de este poeta, los encuentro admirables excepto cuando su voz comienza a legislar, cuando se torna en la de un Papa de la poesía. Hay siempre un momento en que Eliot comienza a escamotear y es allí que de súbito se me vuelve lejano y extraño. Existen otras voces, otras vidas, que se llaman Dostoievski, Blake, Nerval, Baudelaire, Kierkegaard, Kafka, Artaud, etcétera, que para mí siempre dicen la justa verdad. Claro que son voces y vidas subversivas, que en última instancia sólo conducen al caos y a la muerte. 'La casa arde y el árbol se desmorona' y estas voces lo dicen y al decirlo se desmoronan con la casa o bajo el árbol. En cambio Eliot, si bien me advierte que la casa se incendia, me señala la conveniencia de comprarme un castillo medieval en donde guarecerme y encontrar paz y seguridad. Del mismo modo, cuando me señala al árbol que cae, observo que él está lejos de ese árbol. Por eso, la lectura de Eliot no me ha sucedido más que estéticamente. Es un gran poeta, pero ante todos sus libros son libros, son letras (no muertas) que no intervienen en mi vida. Sus libros están en el estante de los libros que guardan la belleza desligada del pan y del vino: está junto a Góngora, a Flaubert (el de las novelas, no el de la “Correspondencia”), a Valery. En fin, está junto a los magníficos calculadores del arte.

"Esto no significa que para mí Eliot sea solamente un poeta descarnado y artificioso. En gran medida lo es, pero también, en una medida mucho mayor, es, sobre todo, un gran poeta. Luego, es injusto acusarle de no haber sufrido como Baudelaire y no sólo es injusto sino que es una ingenuidad imperdonable. Y sin embargo, se nota que no ha sufrido como los poetas que nombré, quiero decir, se nota un poquito demasiado.

"He de releer a Eliot toda mi vida, en tanto dure mi amor por la poesía. Pero mi vida no será nunca alterada por las palabras de Eliot. Una sola frase de Kafka, por ejemplo, es eficaz para permitirme el acceso a algo a modo de lugar de origen o de tierra prometida. En cambio, todas las nociones sobre tradición que Eliot enuncia no me salvan de ningún exilio, no me consuelan nunca del sufrimiento de mi falta de tradición, si bien cuando las leo admiro los razonamientos y admito su perfecta lógica y su necesidad. Pero la lógica es melancolía, y los razonamientos también, pues nunca convencen del todo, uno quisiera convencerse pero algo más fuerte lo impide: la conciencia del escamoteo.

"En suma, a pesar de ser profundamente sensible a la magia verbal de los bellísimos poemas de T. S. Eliot, la obra de este poeta no ha influido ni en mi vida ni en mi obra". (Revista El Corno emplumado, número 14; Buenos Aires, Argentina, abril de 1965).

Ventana

María Eva Teberna

Este dibujo es de Anja Rožen, una estudiante de Primaria de 13 años de Eslovenia: ella fue la ganadora del concurso internacional Plakat MIRU. Fue elegida entre 600 mil niños de todo el mundo.

"Mi cartel representa la tierra que nos conecta y nos une. Las personas se tejen entre sí. Si una persona se suelta, el resto cae. Todos estamos conectados con nuestro planeta y entre nosotros, pero lamentablemente somos poco conscientes de ello".

Estamos tejidos unos con otros. Los otros tejen junto a mí, mi propia historia. Y yo, tejo la de ellos.          

 

Noticias ¡Cerca de ti!

Conoce los servicios publicitarios que impulsarán tu marca a otro nivel.