Además de las unidades médicas, los efectos del paro parcial del Sindicato Nacional de Trabajadores de Salud (SNTSA) se han extendido a espacios que ofrecen alojamiento, alimentos y otros servicios a familiares o pacientes como la Estancia Fraternidad, que hasta ayer operaba al 15 por ciento de su capacidad.
Ahí se frece alojamiento, tres comidas, regadera y sanitarios a familiares a cambio de una cuota de recuperación de 40 pesos por persona. Menores de 12 años, enfermos terminales o con cáncer, no pagan.
El 17 de enero, al día siguiente del paro la afluencia disminuyó en un 50 por ciento y el decremento ha sido paulatino.
Al día de ayer sólo habían 30 personas registradas, pero a la hora de la comida sólo se sentaron ocho en el comedor.
“Vienen a consulta y, como no hay servicio, luego se van”, relata Camilo Díaz Rodríguez, encargado del turno de la tarde en la estancia.
Y de inmediato hace la comparación: “Cuando hay servicio se llena, a veces llegan un día anterior porque viajan hasta 10 horas desde comunidades que, además de alejadas, son pobres".
Eso ocurre con José Luis Cruz Zárate y su esposa María Vásquez, originarios de San Miguel Panixtlahuaca. Ambos están en la ciudad desde el pasado 7 de enero, cuando a ella la trasladaron de Santa Catarina Juquila para que en el Valdivieso le realizaran una cirugía de emergencia.
A los tres días a María la dieron de alta y junto con su esposo duerme en una litera de un dormitorio grupal en la estancia, ambos tienen que entrar y salir del hospital porque su hija es prematura.
Si no existiera un espacio como este, dormirían en la calle, pues ni siquiera les ha sido posible comprar los medicamentos que les han pedido.
“Hay medicinas caras, unos nos pidieron de dos mil 500 y otro de 500 y para sacar nosotros, cómo le hacemos”, se pregunta un hombre marcado por la precariedad.
