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La privacidad en las redes, un nuevo valor social

Foto(s): Cortesía
Redacción

Más allá del debate de si publicar o no conversaciones y videos que involucran a funcionarios en temas que en principio pertenecen al ámbito de la vida íntima, los recientes casos del exviceministro del Interior y el exdefensor del Pueblo plantean varias reflexiones, entre ellas, cómo preservar la privacidad al usar redes sociales, celulares y otros dispositivos electrónicos; cómo mantener su estatus de derecho, cómo protegerse y quién debe hacerlo, sobre todo cuando se trata de niños y jóvenes.


Antes la privacidad la aseguraba cada uno, cada familia, cada institución. Hoy, cuando todo es susceptible de volverse público, estamos obligados a revisar este tema con nuevos criterios. Por un lado, las redes son usadas para favorecer las relaciones sociales y acercar a las personas, pero, al ser internet un poderoso difusor de información, y con memoria, también son un riesgo que atenta contra los principios básicos de privacidad de quienes acceden a él.


La exigencia apunta a acciones y procesos educativos que nos corresponden a todos: familia, colegio, Estado, operadores de las redes, y que comienzan por la sensibilización temprana que lleve a formar en los usuarios criterio para decidir qué publicar y dimensionar el impacto que puede tener ahora y en el futuro.


Saber cuál es el límite al expresar posturas y opiniones, interpretar ese caudal de información y verlo en perspectiva, porque con frecuencia la información está fraccionada, descontextualizada o se ha tergiversado la realidad.


Tenemos muchos retos con niños y jóvenes: enseñarles a ser cuidadosos, cautelosos y sensatos a la hora de hacer clic; mostrar técnicas para proteger los datos y su responsabilidad como usuarios para evitar exponerse; conscientizarlos de que no se pueden reversar muchos datos, fotos y relatos de experiencias que se suben al muro, se escriben en WhatsApp o se graban en audio o video.


También, ayudarles a vencer la presión de la inmediatez, la manipulación de la información, el cambio de identidad, a moderar el deseo de ser protagonistas y de volverse 'youtubers' (título bastante atractivo para un adolescente).


Cada vez vemos más casos en los que violar la intimidad tiene serias consecuencias, como volver a alguien víctima del escarnio público, perjudicar su vida de manera dramática, generar acciones violentas, poner en duda la dignidad, en peligro la integridad, negar el derecho a la duda.


Es urgente pensar en una nueva ética que nos permita guiar comportamientos y acciones en este campo. Asumir las responsabilidades que nos tocan como ciudadanos y representantes de una institucionalidad familiar y política para no vulnerar los derechos propios y ajenos.


Hoy, cuando tenemos tantas cosas para decir y los medios para hacerlo, cobra importancia la necesidad de pensar y reflexionar antes de actuar. Aunque a nuestros hijos o alumnos les parezca exagerado.

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