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Stalin, mi padre; la vida de Svetlana Allilúyeva

Foto(s): Cortesía
Redacción

La vida de Svetlana Allilúyeva (1926-2011), la única hija del poderoso y polémico líder soviético Yósif Stalin, estuvo marcada por la desgracia y la soledad desde su niñez hasta su muerte a los 85 años, lejos de su patria y su cultura.


Su madre se suicidó cuando Svetlana tenía seis años. A los 16 se enamoró de un cineasta judío, a quien su padre envió al GULAG (campos de trabajos forzados).


En 1963 se enamoró de nuevo de un intelectual de izquierda hindú, quien fue asesinado por las autoridades soviéticas, razón por la que se exilió en Estados Unidos, donde siempre fue vigilada.


El exilio y la mujer son los dos temas que explora la autora checa Monika Zgustova, quien acaba de publicar la novela Las rosas de Stalin (Galaxia Gutenberg), inspirada en la historia de esta mujer que siempre luchó para huir de la sombra de su padre y de los fantasmas de su pasado.


De visita en México para promover su propuesta literaria más reciente, la también traductora y periodista afirma que ambos tópicos le incumben, porque ha experimentado, como mujer, lo que significa dejar el país natal y modificar la cultura materna.


“El exilio nunca se acaba. Lo conocemos desde siempre, desde el viaje de Ulises. En todas las épocas ha habido exiliados. Durante el siglo XX hubo migraciones de judíos, alemanes, españoles, cubanos, checos y ahora sirios”, agrega.


Zgustova, quien actualmente vive en España, confiesa que le llamó la atención la historia de la hija de Stalin, porque salió de Rusia vía la India, donde solicitó asilo en la embajada de Estados Unidos, al igual que lo hicieron sus padres de la antigua Checoslovaquia, llevándola a ella cuando era niña.


“Ellos se fueron de la Praga comunista a través de un viaje organizado a la India, donde pasamos un tiempo. Siete años después que Svetlana, mis padres llegaron a la misma embajada de EU y desde ahí se exiliaron a Nueva York. Me interesó ver cómo vivió ella esta experiencia”, asegura.


La autora de 60 traducciones del checo y del ruso y seis novelas detalla que se obsesionó con la vida de Allilúyeva tras encontrar sus dos libros autobiográficos en una librería de viejo de Nueva York.


Dice que lo que más le impactó fue cómo la desgracia y la soledad la persiguieron desde niña, a partir del suicidio de su madre, hecho del que se enteró hasta la edad adulta.


Después de un primer matrimonio y dos hijos, Svetlana se enamoró de un judío hindú. “Ella se exilió tras el asesinato de su novio. Él le abrió todas las puertas y las ventanas hacia un mundo democrático que ella no conocía antes. De golpe ya no pudo vivir encerrada entre los muros de su propio país. Y, tras llevar las cenizas de su marido a la India, aprovechó para ir a la embajada de EU y pedir asilo político”, narra.


“Es una mujer fuerte. Buscó refugio en la filosofía, en la religión, pero siempre huyó de todo y construyó su camino. Fue un personaje importante cuando las dos grandes potencias eran rivales. Fue uno de esos factores que abrieron los ojos a los intelectuales de izquierda occidentales sobre lo que era la URSS. Echó luz sobre lo que realmente sucedía en este país”, añade.


La creadora de una obra traducida a nueve idiomas admite que la maternidad es otro de los mitos que desea romper con Las rosas de Stalin, pues al igual que su madre la abandonó al suicidarse, Svetlana asestó el mismo golpe a sus propios hijos cuando se fue a América.


“Su vida se puede leer desde distintos niveles: como algo lleno de traiciones, pero al mismo tiempo ella fue también víctima de su madre y su padre, quien a partir de su adolescencia la tiranizó y la humilló”, indica.


Mujeres y exilio


Después de sumergirse en la historia de una de las mujeres más interesantes del siglo XX, Monika Zgustova adelanta que este año planea terminar la novela que actualmente escribe sobre otra mujer ejemplar: la esposa, editora, traductora y musa de Vladimir Nabokov, Vera Nobókova (1902-1991).


Explica que el autor de Lolita le debe su éxito en gran medida a Vera, a quien conoció en Berlín en 1923 y “con sus manos férreas y buen inglés lo llevó por buen camino”.


Y confiesa que le gustaría hacer una novela más sobre la modelo y publirrelacionista Alina Fernández (1956), la primera hija del líder cubano Fidel Castro, quien salió de la isla en 1993 para mudarse a Estados Unidos en contra de la voluntad de su padre.


“Un periodista cubano me dijo que su vida se parece mucho a la de Svetlana y ella ahora mismo está leyendo esta novela”, apunta.


“Escribo sobre mujeres que pueden parecer fuertes, pero tienen su punto débil, y sobre otras que parecen débiles, pero en el fondo tienen un punto muy importante de fortaleza. Así somos la mayoría”, concluye.

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