Oaxaca de Juárez.- De día y de noche las calles de Oaxaca se llenan de vida; paseantes de todas partes del mundo hacen suya la capital para disfrutar cada rincón de la Verde Antequera.
Apenas el sol comienza a calentar la fresca mañana, los turistas se alistan para iniciar sus recorridos a pie, en tranvía o en bicicleta por la ciudad; por la tarde y noche es igual.
Complexiones ajenas a la oaxaqueña inundan cada espacio, ataviadas de frescas prendas, lentes y sombreros; delatados también por la cámara al cuello, el teléfono en mano y el bastón para selfis apuntando a los paisajes arquitectónicos y naturales únicos de Oaxaca.
Con el auditorio Guelaguetza en el Cerro del Fortín, al fondo, y frente al atrio del antiguo Convento de Santo Domingo, da inicio su partida para disfrutar la belleza del Centro.
Este lugar es donde los colores de la vestimenta oaxaqueña, bajo la sombra de elegantes palmeras y piso adoquinado, se roban la atención de los paseantes; el sabor de la nieves oaxaqueñas quitan el aliento; y la frescura del tejate, conquista el alma… un preámbulo de lo que ofrece Oaxaca.
Por la noche, el aroma de elote asado invade el Andador Turístico Macedonio Alcalá, este alimento propio de los mexicanos y que lo oaxaqueños saben dominar, se convierte en otra atracción para los extranjeros.
Humildes puestos rodeados del vapor de las ollas llenas de maíz recobran un valor singular para explorar la gastronomía de la entidad; el aroma del agua hirviendo con yerba de epazote y elote, es un placer, pero nada igual a la fiesta de sabor cuando hace contacto con el paladar.
El calor que ofrece un buen beso de mezcal, de tobalá, espadín, de pechuga o gusanito combina bien con la música que proviene de cafés, restaurantes y bares, o que al ritmo de una Tuna, el baile y las risas no se quedan atrás.
Oaxaca es gama de diversión, cultura y tradición que se extiende más allá de Mitla y Monte Albán, que tiene como punto de partida la calle de Macedonio Alcalá.
