La llamaban Tía Flora, ella era una de las habitantes más longevas de San Miguel Amatlán, curandera, médico tradicional y partera. Su don para la sanación se extendió por varias comunidades en la Sierra Norte, tenía a su cargo Amatlán, Santa Catarina Lachatao, San Antonio Cuajimoloyas y Santa María Yavesía. El jueves, la mujer de 89 años cerró su ciclo terrenal, doblaron campanas en los templos de las cuatro comunidades que atendió en vida.
Desde ayer llegaron todos sus conocidos y a quienes ella en vida sanó con sus remedios, algunos con ofrendas y todos con sus rosarios, a manera de homenaje, como lo es la costumbre en esta región del estado. Fue la tercera generación de curanderas de su línea sanguínea, al igual que su madre y su abuela.
A punto de cumplir los 90 años, Flora Luis Pérez (18 de agosto de 1927- 7 de abril de 2016) seguía caminando las veredas de la Sierra Norte para ir a atender a cuanto la necesitara. Recorría largas distancias, recolectaba sus hierbas para preparar el remedio, trabajaba en el campo, cortaba leña y cosechaba sus frutos. Trabajaba todo el tiempo y en sus últimos días, a punto de cumplir las nueve décadas de vida, llamó por teléfono a cada uno de sus siete hijos, los bendijo y partió.
Acostumbraba a tomar mezcal todos los días, una copita antes de comer, decía que eso le abría el apetito. Sonreía mucho y reía por todo, las líneas de su rostro hablaban de los vericuetos de vida trazados con sabiduría, su experiencia y amor incondicional por todos los seres trascendió al plano terrenal y su estela de conocimiento aún se extiende en la comunidad que la vio nacer.
Su entusiasmo la llevó a participar en cada paseo floral y concurso a la mejor canasta, que se lleva a cabo en cada fiesta patronal de Yagaa tzi (encino amarillo, en zapoteco) que año con año diseñaba para ser la mejor. En Amatlán la recordarán siempre como la ganadora de los primeros lugares y como la más aguantadora para el jarabe serrano.
El aroma de su huerto delata su legado, el dulce sabor de duraznos y manzanas, el agridulce membrillo, el néctar de las flores que la homenajean en primavera, las tortillas de quiote y sus tantos consejos para curar desde un espanto, una tos y hasta la tristeza.
Bromeaba cuando se iba al cerro, acerca de que la habían visto acompañada, a lo que siempre respondía: "Voy con mi amigo, mi novio y nos llevamos bien, pero todavía no me va a llevar." Se refería a la muerte, a la que nunca le tuvo miedo. Ahora el regreso a casa es luminoso como ella, al terminar su ciclo en esta dimensión y al unirse con el todo. Para seguir emanando esa luz que aún le cobija el alma a quienes la conocieron y hoy le rinden homenaje, en su comunidad, San Miguel Amatlán.
Despiden a curandera de la Sierra Norte
Portadora de un conocimiento heredado por su abuela, doña Flora Luis Pérez, murió por causas naturales en su casa. Tras su fallecimiento comenzaron los preparativos de su sepelio, para honrar a una mujer que siempre se preocupó por ser responsable en su comunidad.
Hace dos años, en entrevista para Noticias Voz e Imagen, se caracterizó por su buen humor, una de sus principales cualidades, aunque la más poderosa y la que le dio mejores satisfacciones fue la de sanar, con hierbas, a los enfermos. Fue heredera de una responsabilidad trasmitida por su abuela y reconocida tanto en su comunidad, por todos aquellos que se beneficiaron con sus remedios.
Comentaba que a veces la gente le decía: “-Esto sabe a rayos” a lo que ella respondía con una “Pues chocolate no te estoy dando”. En aquella entrevista también compartió que fue su abuelita, Encarnación Pérez, quien le comenzó a transmitir sus conocimientos. A la edad de 10 años, Flora Luis comenzó a aprender de remedios elaborados con plantas.
Le sobreviven siete de sus 14 hijos, quienes ayer la despidieron honrándola con buenos recuerdos, en un atardecer primaveral en su natal San Miguel Amatlán.
