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Color y alegría en Oaxaca; ¡están todos invitados!

Foto(s): Cortesía
Nadia Altamirano Díaz

En el andador turístico, la calle más transitada de esta ciudad, conviven los contrastes entre los habitantes de la ciudad.


Una niña sentada en el piso sostiene una jícara en espera de monedas, a su lado una adolescente toca el acordeón. A unos pasos de distancia una camioneta Hummer estacionada espera a una pareja que contrae matrimonio en el templo de Santo Domingo de Guzmán.


El estallido de los cohetones encabezan la calenda, los cinco elementos de la policía vial no cuentan. Esta vez las mujeres también manipulan la pirotecnia.


Los celulares en lo alto, las miradas extasiadas. La Banda Sagrada de Oaxaca es la primera en compartir la música que obliga a bailar.


Los toritos con pirotecnia zigzaguean, aún sin encender (los prenderán hasta el final).


Un conjunto de diez marmotas de hombres y niños. Aquí la Guelaguetza se aprende desde la primera infancia.


Los brazos flácidos de cuatro monos de calenda, incluyendo la pareja que emula a Frida Kahlo y Diego Rivera, revolotean en el aire con tanta voltereta.
 


Baila Valles Centrales


Al ritmo del jarabe del Valle, hombres vestidos de manta blanca, sombrero de palma y con milpas adornadas, abren el baile itinerante.


Le siguen mujeres y niñas con sus faldas floreadas, blusas blancas, pañoletas,cabello trenzado con listones y sosteniendo también una milpa.


Otra banda con el mismo jarabe del Valle, esta vez para las Chinas oaxaqueñas que danzan equilibrando en su cabeza su canasta con figuras hechas con flores y con la mano derecha ondeando su falda colorida de satin y encaje.


Una nueva banda de música. Las mujeres de San Antonino Castillo Velasco también traen su canasto en la cabeza, pero éste tiene imágenes de Santos y Vírgenes.


La blusa blanca está coloreada con bordados a mano, la falda es un pedazo de tela guinda que sostiene un ceñidor.


Los hombres, blanquedos con pantalón y camisa de manta, sostienen con su mano derecha en el corazón un sarape que cuelga del hombro; golpean el piso con sus huaraches negros. Su alegría la manifiestan a gritos.
 


Orgullosos de su identidad


Otra banda, pero ya no hay más bailarines, el convite llega a su fin y la gente que le observaba se une en un tumulto, grita, se emociona, baila.


El mezcal se reparte en vasos de carrizo, quien lo toma también comparte. La música casi no para. Un doble arcoiris cerca de la fachada de Santo Domingo extasía, maravilla.


La identidad aflora. En la calle de Independencia el tráfico vial se detiene. El convite requirió 50 minutos para llegar a la Alameda de León.


Los paraguas estuvieron de más, la lluvia no apareció, dio una tregua, es tiempo de Guelaguetza y el orgullo por lo oaxaqueño está en el aire.

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