LECTURAS PARA LA VIDA: Fórmula invertida | NVI Noticias Pasar al contenido principal
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LECTURAS PARA LA VIDA: Fórmula invertida

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Foto(s): Cortesía
Redacción

Mónica Ortiz Sampablo

 

Ana bailaba en medio de la fiesta, era alta y huesuda, y con una consigna en la mirada, quizá fue eso lo que llamó su atención; con el vaso de cerveza derramándose, se abrió paso entre la muchedumbre. Llegó hasta ella moviendo el cuerpo de una manera muy extraña; al final no importaba, pues el ritmo tribal se prestaba para los estertores.

Luego de un rato se apartaron y comenzaron a platicar, a ella le fascinaba la fiesta, el dance, la chela y los encuentros casuales. No era el primero.  Ernesto comenzó con su discurso repetido, ella se carcajeaba cada vez que intentaba seducirla.

-Tienes los ojos tristes­– insistía él.

-Lo sé, el mundo entero lo dice, pero mira, mi cuerpo está feliz.

-Vamos a mi casa.

-Mejor vamos a la mía y allá seguimos la fiesta.

-No, cómo crees, yo te invité primero– dijo Ernesto, preocupado al pensar que algo malo pasaría si la fórmula se invertía. ¿Cómo iba a ser él quien fuera a la casa de una de sus “Magdalenas”? Ese no era el chiste. Tenía que ser él quien las cobijara, quien les secara el rostro mojado de  lluvia y las escuchara en sus penas de amores pasados; la propuesta de ella simplemente no procedía.

-Anda, si vas podrías ayudarme a poner un poco de alegría en mis ojos.

Esto último picó el ego de Ernesto, que accedió sin chistar; el lugar dejó de importarle, y en medio de risas y bailes salieron entre el gentío.

Ya en el departamento él intentaba recuperar su poder, pero no lograba sentirse cómodo, más cuando lo primero que vio fue un librero empotrado en la pared en el que sobresalían infinidad de papelitos de colores; eso lo hizo dar un paso atrás y tragar saliva.

Pronto, el ambiente comenzó a llenarse de un humo perfumado, sus manos sudaban. Supo entonces que no se había equivocado cuando ella comenzó a leer con voz seductora:

“Pero el amor es lento, pero el amor es muerte

resignada y sombría: el amor es misterio, […]

que todavía rezuma lágrimas y bostezos,

oraciones y agua, bendiciones y penas”.

Efectivamente, al terminar de leer, los ojos de Ana brillaban y en ellos se podía ver perfectamente como una constelación, la imagen de la eternidad, al mismo tiempo que besaba la mano inerte de su víctima.

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