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Esta comunidad trans ideó y creó un taller de zapatos a su medida

Foto(s): Cortesía
Redacción

“¿Quién de nosotras no le sacó alguna vez los zapatos a mamá? Es algo emblemático en la vida de las travestis y maricas. Para nosotras siempre fue complicado conseguir un calzado delicado porque la industria sólo produce talles chicos. Ahora puedo decir que el calzado es el símbolo de la pisada empoderada de las travestis, que están surgiendo después de años de hostigamiento”.

Lariana Guerrero dice esas palabras con dulzura en una tarde calurosa en el barrio de Boedo, Buenos Aires, pero no deja de ser enfática. Mientras tanto, a su costado, una decena de compañeras trabajan agujereando piezas de cuero y se escucha el retumbar de las agujas de una máquina de coser. Los sábados son días de producción en Deseo Zapatos, un taller de diseño de calzado orientado a la comunidad travesti, trans y no binaria que funciona en la capital de Argentina.

La idea surgió durante los primeros meses del confinamiento, cuando se agravó la situación de la comunidad en aspectos básicos como la vivienda y la generación de ingresos. Guerrero es una de las integrantes y fundadoras de la cooperativa, que nació de la necesidad de construir sus propios calzados y encontrar una salida laboral.

“En las charlas con Lariana apareció el problema del calzado”, dice Gus Bianchi, docente de dibujo técnico e investigadora, además de integrante de la cooperativa y fundadora. “Por ejemplo, la dificultad de encontrar un zapato femenino de talle 43, con una estética y una impronta de la cultura travesti, que es muy distinta a la de una mujer cis. Planteamos una investigación sobre este tema en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y comenzamos con el proyecto. La propuesta no fue proveer los zapatos sino diseñarlos y construirlos como una acción emancipatoria. En definitiva estábamos por construir una prenda, que es una prótesis del cuerpo”.

En 2020, en plena pandemia, Guerrero, Bianchi y otras personas del colectivo travesti-trans ganaron un subsidio de esa universidad y este año recibieron otro. Con ese impulso y con donaciones de retazos de cueros y máquinas, comenzaron las experiencias de capacitación colectiva, que va mucho más allá de aprender un oficio.

“En mi edad adulta, mi primera ocupación fue el trabajo sexual. Luego, a raíz de la pandemia, comencé a estudiar. Ahí dijimos: ‘Hagamos zapatos que las chicas no tienen. Y están siempre con los talones afuera de los tacos’. Deseo Zapatos nos permite empezar a soñar con un trabajo formal”, cuenta Guerrero. “Acá podemos sentir cómo se vive, cómo se trabaja y cómo se relaciona una en un ambiente laboral. Nos formamos como cooperativa y queremos darle un marco laboral y empresarial a este proyecto para poder entrar mejor al mercado. Proponemos más inclusión, nuevos diseños y más empatía”, agrega.

El taller funciona en un galpón en el sur de la ciudad. Mientras ellas hablan, otras compañeras muestran parte de la colección, que ya lleva unos 50 pares, además de carteras y otros objetos con cuero. Zapateras de oficio y especialistas en el rubro les enseñaron los gajes del oficio en diferentes talleres: reparación de calzados, confección y tejidos con mostacillas, entre otros. Algunas pudieron hacerse por primera vez sus calzados luego de aprender en esas instancias de formación. Y sus diseños fueron exhibidos en museos, desfiles de moda y exposiciones de la ciudad.

La experiencia de Deseo Zapatos se inscribe en una tradición de talleres que llevan adelante personas travestis, transexuales y transgénero en Argentina. La Cooperativa Nadia Echazú, fundada en 2008 por la activista Lohana Berkins, es una de las pioneras en la región: una forma de contrarrestar la precaria situación laboral y de ingresos de la comunidad. Según La revolución de las mariposas, una publicación del Ministerio Público de la Defensa de Buenos Aires y el Bachillerato Popular Trans Mocha Celis, el 70% de las mujeres trans y travestis tiene a la prostitución como principal fuente de ingresos en un contexto frecuente de alejamiento temprano del hogar, interrupción del proceso educativo y negativa en el acceso al empleo.

Apenas un 9% de las 202 personas encuestadas para la investigación dijo tener un trabajo formal y solo un 15% tenía un empleo informal. Un 3,6% tenía algún beneficio proveniente de diversas políticas públicas. El estudio es de 2017 y no hay estadísticas oficiales a nivel nacional más recientes.

“Se calcula que ocho de cada diez travestis están o estuvieron en situación de prostitución. En pandemia, se recrudecieron los desalojos en pensiones y el problema de la falta de alimentos”, señala María Pía Ceballos, activista militante travesti e integrante del colectivo Mujeres Trans Argentina (MTA). ”Es importante poner en valor estas experiencias de la economía social y popular para que se sepa que las travestis y trans sí sabemos hacer. Supimos generar cooperativas con el liderazgo que nos caracteriza. Son experiencia que van a necesitar construir redes, con las mujeres y los movimientos LGBT para que las cooperativas puedan tener garantizadas la difusión dentro del mercado local”.

Una gran conquista, fruto de años de lucha del colectivo, fue la Ley de Promoción de Acceso al Empleo Formal para Personas Travestis, Transexuales y Transgénero ´Diana Sacayán-Lohana Berkins´, que se sancionó en 2021. La norma establece un cupo mínimo del 1% de los cargos y puestos del Estado Nacional para esta población. “En 2020, antes de la ley, hubo un decreto de cupo laboral. Desde ese momento y hasta la fecha fueron 574 las personas travestis, transexuales y/o transgénero que accedieron a puestos de trabajo en el Estado Nacional”, advierte Greta Pena, subsecretaria de Políticas de Diversidad del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación. “No es una solución mágica en la vida de estas personas, pero como política pública resulta exitosa. Ahora algunos de los desafíos son acentuar y profundizar la federalización de la ley y la protección de personas mayores de 50 años, cuyos derechos fueron vulnerados y violentados. Desde el Estado se apoyó la creación de cooperativas con asistencia técnica e inyección de capital”.

En Deseo Zapatos, mientras la jornada de trabajo continúa, Bianchi califica al cupo laboral como “fundamental pero insuficiente”. “La ley está sancionada pero es ejecutada en pocas dependencias. Por otra parte, se exige un comportamiento ‘asimilacionista’. Es decir, es aceptar la disidencia siempre y cuando se parezca a la heteronormatividad. En el taller estamos haciendo una apuesta por una construcción de otra forma de vida y de trabajo comunitario”. Mientras Bianchi habla, Nika Seniora trabaja con unos retazos de cuero que luego serán carteras. “Los zapatos son para mí una excusa para el encuentro, el compañerismo y la contención. A partir del taller, me vinculé con personas más afín a mi identidad, pensamientos y deseos”, dice Seniora.

Ahora cae la tarde en Boedo. Un manto de luz se filtra por la ventana del taller. En un momento, vendrá el descanso para compartir la mesa y las charlas de entrecasa. Preparan una feria que se hará el fin de semana. Hay algo grácil en el ejercicio del oficio y reconfortante en el proyecto común.

Con información de El País

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