Última de cuatro partes / Daniela Clarisa Concha León
La secuencia de notas presentadas en esta serie nos ha mostrado solo una parte de la vida psíquica de Salma, con la cual algunas mujeres posiblemente se identifiquen. En ella, un sin fin de elementos toman significatividad en la construcción y la conservación de un ideal y sus fantasías. Si observamos con detenimiento lo que le sucede a nuestra protagonista, podemos deducir que Omar es el depósito tanto de su ideal del amor como de las correspondientes fantasías y, por lo tanto, debe sostener de manera permanente este ideal, y para mantener dicha ilusión se sirve de modificar el mundo exterior.
Sin embargo, muchas mujeres que han vivido situaciones como la de Salma son conocedoras de aquello que deja de estar en el aire en la relación al paso de los años y la convivencia diaria, que la ilusión del amor pierde fuerza -pues resulta imposible que la entidad psíquica llamada Yo sostenga permanentemente lo insostenible-. Por otro lado, la relación eventualmente se verá reforzada por un ingrediente nuevo, el enojo que a la mujer le produce la frustración de que el amado no cumpla el ideal, lo que le brindará a la relación un renovado dinamismo. Otra vez, el caso de Salma nos ayuda a dar un poco de claridad en este asunto.
La historia se repite
Salma ha caído en cuenta de que no ha hecho sus actividades “obligatorias” en el hogar, y que la comida y la ropa aún no están listas. La nostalgia la llevó a sentarse por largo tiempo en la orilla de la cama con una mirada “vacía”. Los recuerdos constantemente golpean la vida cotidiana de la mujer y la llevan a perderse en ellos, provocando incluso que su ahora esposo, Omar, le diga que está enloqueciendo, pues su mirada se queda en un punto fijo, en una especie de trance del cual sale con enojo y tristeza, mismos que la hacen gritar y maltratar diariamente a sus hijas.
Martha y Roxana han comenzado a creer que su mamá sí está loca, pues no entienden su comportamiento o las ideas que expresa sin ningún filtro, sobre todo con Roxana, la mayor, a quien constantemente le grita que debe ser una “buena mujer” para que la tomen en serio.
Sin embargo, Salma aún no termina de explicarse por qué, pese a que ella es tan buena, no logró que Omar la siguiera queriendo tal como en los primeros meses, cuando era un chico “atento y cariñoso”. Se culpa, pues piensa que lo perdió en el momento que “subieron de nivel” en la relación, incluso ha llegado a creer que es una especie de “maldición generacional”, que ha resultado en que ninguna mujer de su familia logre retener a un hombre.
Mortificación, culpa y enojo
Salma se desespera, piensa que por más que intenta mejorar no consigue recuperar a su amado Omar, ni lograr que él deje de llamarla “tóxica”. Eso no cambia, pese a que ella dejó de revisarle el celular y ya no le “hace teatro” al verlo platicar o ayudar a alguna vecina. Incluso ha dejado de exigir que llegue temprano a casa o que pase los fines de semana con ella.
Por momentos no logra controlarse y arremete contra su esposo cuando lo ve mirando la tele; empieza a discutir si este dejó algo mal acomodado o por algún otro suceso de esa índole, que sus hijas llaman “insignificancias”, pretextos para pelear con su papá y arruinarles el día.
Es de esperar que Salma piense y viva lo que le sucede como contradicciones sin sentido, sobre todo si ello es reforzado por las palabras de sus seres cercanos, como su madre, hijas y esposo. Es importante considerar que ella no es la única que ha pasado por una situación así, por eso es importante que las mujeres de este siglo se acerquen al psicoanálisis para que encuentren la explicación y el sentido de lo que les acontece.
No esperes a que tu conflicto amoroso cobre una dimensión mayor, ¡Hazte escuchar por un psicoanalista del INEIP A.C.!
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