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De un valor humano, a la sanción moral

hombre
Foto(s): Cortesía
Redacción

Alejandro José Ortiz Sampablo

En la vida cotidiana, difícilmente tomamos conciencia de aquellas actitudes que trascienden más allá del instante mismo en el cual las ejecutamos. No solo me refiero a los posibles conflictos que ellas ocasionen en el corto plazo, o a la actitud que las personas quienes las presencian adopten con nosotros. Muchas de estas actitudes, al ser la expresión tangible de la disposición que cada ser humano tiene o ha adoptado con el mundo que lo circunda, llega a ser parte de lo que llamamos el carácter.

Cuando somos adultos, padres y madres de familia, no dimensionamos que nuestra disposición psíquica, que se forjó durante el tránsito por el mundo -siendo trascendentales para esto los primeros años de vida-, formará el principal pilar en la formación y educación de nuestros hijos. Esto se debe a tres procesos anímicos que se generan a muy temprana edad en los seres humanos, a los cuales Freud nombró en su teoría de la psique como: introyección, proyección e identificación; términos que, a través del tiempo, han caído en un uso vulgar por parte de muchos psicoterapeutas.

Responsabilidad y sanciones

Hace pocos días tuve la oportunidad de estar en la primera reunión presencial de padres de familia en la escuela de mi hijo. Hubo muchos puntos a tratar, pero llamó mi atención que, casi de manera inmediata, surgió una moción de parte de un padre de familia, misma a la que no faltó quien la secundara. Esta era referente a las sanciones para aquellos padres de familia que no asistieron. Acudir a esta reunión fue un acto voluntario, y a ella asistimos poco más de la tercera parte de los convocados. El motivo de esta reunión fue que se han presentado fenómenos por parte de los alumnos que, durante toda la historia de la escuela (que es considerable), no habían ocurrido.

Argumentos del Yo

En sentido estricto, la inasistencia de los padres no nos impidió dar los primeros pasos para todo lo que ha de resolver -espero en un futuro cercano- el comité de padres de familia, al cual ahora pertenezco. Por otro lado, dudo que quienes no asistieron o no asistan a las próximas reuniones se opongan a los acuerdos que lleguemos la mayoría. ¿Qué es lo que lleva a un padre de familia a no asistir a tales reuniones? La respuesta es diversa pero, a pesar de que son bien conocidas las condiciones laborales de muchos, entre ellas no falta las que van cargadas de un tinte moral. Son comunes las opiniones con los cuales se pretende enjuiciar dichas faltas, tales como: “yo vengo porque a mí sí me importa el bienestar de mi hijo”. Entonces, debemos suponer que a quienes no asisten ¿no les interesa dicho bienestar?

Otro argumento para sancionar a los otros es bien conocido, nace de una disposición envidiosa y egoísta: “¿por qué, si yo lo hago, los otros no?”. En este caso, se debe sancionar a quienes no asistieron, pues “yo sí hice el esfuerzo para estar aquí”. Esta disposición, más allá de sonar para algunos sensata -pues no falta quien se sirva de la flexibilidad para trasgredir o, en este caso, ahorrarse la molestia de asistir a las reuniones-, permea de manera silenciosa en la educación de nuestros hijos, pues si alguien está presto a adoptar como estilo de vida tal disposición narcisista, esa es la entidad psíquica llamada Yo.

Continuará el próximo miércoles…

¿Quieres saber más?  Escúchanos este viernes en punto de las doce del día por: https://www.facebook.com/RadioUnivas. Pide informes a los teléfonos 951 244 7006/951 285 3921 y ¡Hazte escuchar por un psicoanalista del INEIP A.C.!

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