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Consultorio del Alma, cuenta conmigo: El autoengaño

Niño y niña jugando
Foto(s): Cortesía
Luis Ángel Márquez

Fausta Ibáñez Ríos

 

(Segunda de cuatro partes)

En la nota del lunes pasado, escribí un fragmento de aquellos momentos donde sentía desfallecer ante la ausencia de mi amado, el no saber qué hacía mientras estaba lejos de mí y la angustia ante la posibilidad que se enamorara de otra chica y ya no quisiera estar conmigo.

En ese entonces vivía mi pena en silencio, me avergonzaba, me llegaba la idea que quizás tenía problemas emocionales, que no era normal, y trataba de ocultar lo que me sucedía; lo más que hacía en ocasiones era escribir aquellas emociones que me embargaban.

Interrogantes, angustia y fantasías

Trataba de documentarme en los libros de autoayuda, llevaba a cabo los consejos sin mucho éxito, sobre todo no podía dejar de sentir la angustia ante la posibilidad de perderlo.

¿De dónde surgían esos sentimientos hacia él? ¿Por qué no podía dejar de sentirlos? De alguna manera pensaba que ello terminaría al estar casados.

En ese entonces era joven e ingenua, mi ideal del amor todavía me acompañó por muchos años. Me casé con dicha ilusión; los pensamientos y sentimientos que se despertaban por la angustia a perderlo solo tomaron más fuerza, no me percaté que ellos fueron los barrotes de una prisión que yo misma me construí. Sin embargo, el destino se había escrito mucho antes.

El matrimonio hubo de terminar. Pero pasaron otros años, nuevas decepciones y un proceso psicoanalítico para que lograra comprender lo que nos sucede a las mujeres en el amor. Fue en este último donde a través de su método de investigación y terapéutico, descubrí cómo influyeron mis fantasías infantiles en fijar mis afectos al hombre a quien llamaría "mi amado".

Cuando me enamoré a mis 16, no tenía plena consciencia de todas las ilusiones que tenía por cumplir, aquellas que de pequeña plasmaba cuando jugaba con mis muñecas de sololoy, a ser la mamá y a que mis compañeritos del kínder -los que me agradaban- eran mis esposos y padres de mis muñecas. A esa edad y aún en mi adolescencia, me fascinaba leer los cuentos de princesas donde sus príncipes llegaban a su rescate, disfrutaba con la idea que yo era una de ellas. 

El idilio estaba dado

Con el anhelado primer beso, mis sueños estaban a punto de cumplirse. Recuerdo ese día, la inmensa dicha que me embargó, sin saber que gran parte del idilio era sostenido por aquellas fantasías de infancia.

Explicar el enlace que tienen dichas fantasías con lo que nos sucede a las mujeres en las relaciones amorosas, en ocasiones es difícil de comprender, incluso para la mujer misma, pues generalmente nosotras las mujeres resguardamos a fuego y hierro dichas fantasías, aunque a simple vista pareciera que a quien protegemos es a nuestro amado. Como ejemplo de esto último, mencionaré lo que se recoge en la vida cotidiana de muchas mujeres enamoradas, pagamos las cuentas del amado, sostenemos el hogar sin pedir nada a cambio más que sentirse la mujer merecedora de ese príncipe, procuramos que sus peores defectos no sean visibles a los demás, incluso si nos maltratan, los justificamos.

Son esa fantasías infantiles a las que hice alusión en la nota anterior como prehistoria de la persona, la cual en un proceso psicoanalítico, los analistas extraemos con sumo cuidado.

Continuará el próximo lunes…

¿Quieres saber más? Pide informes a los teléfonos 951 244 7006/951 285 3921 y ¡Hazte escuchar por un psicoanalista del INEIP A.C.!

[email protected]

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