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Consideraciones para tomar en cuenta

pintura
Foto(s): Cortesía
Redacción

Alejandro José Ortiz Sampablo / Última de cinco partes

Respuestas típicas de niños y jóvenes de la actualidad a la interrogante mencionada al final de la nota anterior (por qué los padres le dan vestido, techo y educación a un hijo) son: “porque soy tu hijo”, “porque sí”, “porque es tu obligación”, “porque quisiste tenerme” y otras más en el mismo tenor. ¿Podríamos adjudicar a un asunto neuronal el que los hijos de hoy tengan este tipo de respuestas?

De la obligación a la esclavitud

En el trato cotidiano que los padres tienen hacia sus hijos se decanta la disposición psíquica hacia estos, la cual está determinada por diversos factores, que van desde las marcas que les dejaron las vivencias en el trato con sus propios padres cuando fueron hijos pequeños, hasta lo que cada hijo en particular significa para cada padre. Una de estas disposiciones psíquicas, que muchas madres y padres adoptaron en lo que va del siglo, es la de ser proveedores, reforzada con los logros en materia de derechos humanos y de los niños. Esto llevó a los encargados de la crianza a proporcionar aquello que, a sus ojos, el hijo necesita, sin que este último tenga que solicitarlo, en el entendido de que es su obligación.

Sin embargo, los niños al constituirse psíquicamente -como todo ser humano- desde el principio de placer-displacer, adoptarán a todo aquel que se coloque como proveedor, ya sea de un bien material o emocional, como su esclavo. Para algunos amables lectores, esta expresión la reprocharán de exagerada, pues es inimaginable que un hijo adopte a sus padres como sus esclavos; sin embargo, en el universo psíquico de las personas, esto es posible por la prevalencia del principio de placer, el cual, para la entidad psíquica llamada Yo, en muchos de los casos, estará sobre cualquier cosa.

La expectativa del amor

Por otro lado, el hecho de que al individuo se le brinde algo que necesita pero que él no solicita, permite al yo no establecer un lazo afectivo. Curiosamente, no es así como se piensa. Se cree que por el hecho de brindarle todo al hijo, este va a corresponder con el amor. La situación que les comento está ante nuestros ojos, pero como lo mencioné, la denegación hace su función, negar aquello que es evidente. Por eso podemos observar a muchos hijos entretenidos con la consola de videojuego o el celular mientras la madre se las tiene que ver con el quehacer de la casa y o con asuntos laborales, sin que estos sean sensibles a ello; en otras palabras, sin manifestar afecto alguno, pues finalmente, en lo psíquico, ella es su esclava.

El verdadero problema no radica en cómo la entidad psíquica se pierde en las pantallas digitales, sino en cómo los padres no transmitimos la consideración al otro.

¿Quieres saber más? Pide informes a los teléfonos 951 244 7006/951 285 3921 y ¡Hazte escuchar por un psicoanalista del INEIP A.C.!

[email protected]

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