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Ejutla: 84 años de Guelaguetza

Foto(s): Cortesía
Citlalli López Velázquez

HEROICA CIUDAD DE EJUTLA DE CRESPO, Oaxaca.- La voz emblemática enciende el escenario: ¡Ya llegaron los de Ejutla! Los aplausos retumban. El compás del jarabe despliega alegría y revolotea entre las faldas de colores chillantes. Así inicia el baile que desde hace 84 años llegó para quedarse en los Lunes del Cerro.


Establecida en los Valles Centrales de Oaxaca, la Heroica Ciudad de Ejutla de Crespo es emblema y referente, es tradición y alegría que vive clavada en el corazón de Oaxaca.


Hablar del Jarabe Ejuteco es homenajear a quienes lo crearon, bailaron, cantaron y conservaron como una pieza imprescindible de la Guelaguetza.



El nacimiento de la delegación ejuteca ocurrió en 1934, bajo la dirección de Carmen Morales García, quien se desempeñaba como trabajadora de gobierno.


Una historia colorida


La historia recopilada en el libro “Crónica Visual de Ejutla de Crespo” de Marisa Pertierra Altamirano, señala que doña Carmelita Morales creó y propuso el traje que representó a la delegación de Ejutla de Crespo 1934, en la otrora Rotonda de las Azucenas en su primera participación, dos años después de establecido el homenaje racial.


La blusa fue adoptada de San Vicente Coatlán, perteneciente al distrito de Ejutla de Crespo. Ésta se caracteriza por ser de manta bordada en punto de cruz con hilo de algodón en colores fuertes y adornada con "hazme si puedes", llamado así debido a la complejidad de su bordado. A ella se le hizo juego con una falda de popelina con vuelo y vistosos colores, larga hasta los pies y adornada con bies blanco. Adicionalmente, las mujeres portan en la cabeza un tlacoyal y se adornan con collares multicolores.


Según consta en los registros fotográficos, los hombres en un inicio fueron vestidos como “Cuerudos”, algunos con calzón de manta y huaraches, otros con pantalón oscuro y botas. El traje fue modificado con el paso del tiempo hasta quedar en camisa de satén de colores brillantes, calzón de manta y huaraches.



La música -relata el mismo libreo- fue una mixtura que compuso el notable ejuteco, don Marciano González. Los versos cuentan que fueron hechos entre todos los bailarines y organizadores; éstos quedaron entonados por Catarino Iriarte durante algunos años, después por Domingo “Mingo” Guzmán, quien con el saludo ¡Ya llegaron los de Ejutla!, dio un sello característico a la estampa dancística. Más tarde Diego Inés, otro célebre músico ejuteco, escribió y refinó las partituras del jarabe.



“¡Ya llegaron los de Ejutla, con la alegría de sus sones, para que conozcan ustedes a Oaxaca y sus regiones!, ¡Viva el sol, viva la luna también la Virgen María, donde están los ejutecos nunca falta la alegría”, forman parte de los versos que cada año retumban durante la Guelaguetza.


Fiesta y alegría


Calzado a los huaraches va el balanceo del cuerpo. Los silbidos animosos retozan entre el baile. Las faldas ondean, giran hasta formar torbellinos polícromos. Los hombres llevan a mano alzada el sombrero de panza de burro y cruzado a la espalda un morral. Al sonar La Culebra, el machete es desenvainado primero para ser blandido al aire y después rozado al piso.


“El jarabe ejuteco se ha caracterizado por dar alegría y fiesta a los Lunes del Cerro. Somos una de las delegaciones que prende el auditorio Guelaguetza”, explica Noema Cleri Santos, regidora de Educación, Cultura y Deportes de Ejutla de Crespo.


El cuadro dancístico que se presenta durante los Lunes del Cerro, está compuesto de tres partes: el Jarabe Ejuteco, El Palomo y la Culebra.



Anteriormente, la delegación estaba conformada por grupos específicos de familias; actualmente, la selección se hace a través de una convocatoria a la población joven, con la finalidad que de que el baile sea preservado generación tras generación, pero también por la exigencia de una pieza sumamente dinámica.


Así, la delegación la conforman jóvenes entre 16 y 27 años de edad, con el orgullo de ser ejutecos.



Dar y compartir


Isabela Díaz Rodríguez, tiene 16 años de edad, es quizá una de las bailarinas que debutó a una muy corta edad; tenía 13 cuando pisó por primera vez el auditorio Guelaguetza. En este 2018, será el tercer año en participar, brindando la alegría que reflejan las mujeres de esta localidad de Oaxaca.


“Fue algo muy satisfactorio. Cuando por primera vez pisé la rotonda me sentí muy alegre; al terminar de bailar no sentía los pies, me temblaban de la emoción, sentía que me iba a caer”, explica la joven, quien refleja parte de las características físicas de las mujeres en Ejutla: ojos claros y tez blanca.


Para cada uno de quienes integran la delegación, la Guelaguetza, más allá de ser un espectáculo que concentra los bailes de las ocho regiones del estado, es sinónimo de hermandad, alegría, solidaridad, de dar y compartir la cultura que hacen de Oaxaca un lugar único en el mundo.

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