Un tapete de tradición, folclor y alegría se tendió a lo largo del andador turístico. Miles de espectadores formaron una valla interminable que sirvió como paseillo para las delegaciones de la Chinas y Macuilxóchitl, que desfilaron ufanas partiendo por el corazón de la capital de Oaxaca, que ayer se convirtió en el epicentro de la fiesta.
Comida y mezcal se comparten en las calles para hermanar a quienes vienen a la Guelaguetza. FOTO: Emilio Morales Pacheco
Una marmota escoltada por dos monos de calenda a la vanguardia se abren paso entre una multitud expectante que hace de la calle el escenario del jolgorio.
Balcones atiborrados, banquetas atestadas y fulgor de julio se vive en Oaxaca.
La fiesta se apodera de las calles de Oaxaca en julio. FOTO: Emilio Morales Pacheco
Ensombrerados que acompasan la comitiva, adoptan el papel de mayordomos, reparten mezcal que fluye irrestricto, insolente y abundante, la bebida dibuja sonrisas, entona la garganta, enrojece las mejillas pero también hermana.
La fiesta está en la víspera y la ciudad palpita, las delegaciones esperan su turno, el Cerro del Fortín mira anquilosado cómo sus hijos del Valle se convierten en anfitriones para recibir la Guelaguetza y a los representantes de las regiones de Oaxaca, que durante dos semanas compartirán la esencia y cada uno de los colores que hacen del estado el caleidoscopio cultural de nuestra identidad.