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Colorido y sabor a Guelaguetza

Foto(s): Cortesía
Citlalli López Velázquez

Más de diez horas de espera, el calor propio de festejo, una sombra bajo el paraguas, sombrero o un suéter, compartir empanadas o tlayudas en medio de una fila desplomada como serpiente sobre las curvas del Cerro del Fortín, aquellos también son los sabores y colores de la Guelaguetza.


“La espera inició desde las cuatro de la mañana, pero vale la pena porque sé que voy a disfrutarlo mucho, es un espectáculo hermoso. Yo vine el año pasado con mi familia y no nos arrepentimos de hacerlo año tras año, aunque sean varias horas las que tengamos que esperar”, expresó la señora María Angélica, quien es habitante de la colonia Gómez Sandoval y junto con su familia hizo fila por un asiento en la sección C y D del Auditorio Guelaguetza.


Para los asistentes fue como esperar un platillo que se cocina a fuego lento. Ansias contenidas para que, servido a la mesa, se disfrute bocado a bocado.


Larga espera


“Nosotros somos seis en la familia, imagine ¡cuándo vamos a poder comprar boletos para todos! y más que los estuvieron revendiendo bien caros, pues nunca. No importa que esperemos, ni modo, pero no podemos perdernos la máxima fiesta de Oaxaca”, expresó Rosalía, originaria de Etla, quien llegó con sus hijos y su esposo.


Las escalinatas que conducen al auditorio fueron una mezcla de colores y aromas de Oaxaca. Pan sobre la espuma de chocolate. El perfume del coloradito de una empanada sobre comal. Las voces empalmadas de las marchantas que ofrecen tlayudas y enmoladas. ¡Aquí hay lugar, pase, ¡¿qué le damos?!...


La concurrencia subió a pasitos pausados, atajada por el agotamiento que causaron los más de cien peldaños y por la curiosidad provocada por la vendimia de ropa típica del Istmo, la Costa y Valles Centrales, presentes en los huipiles floreados en terciopelo de Santo Domingo Tehuantepec, el bordado de la chaquira de Pinotepa y las blusas de Quialana, Tlacolula.


Volverán el próximo año


“Es la primera vez que venimos a Oaxaca y nos vamos maravillados por su cultura, la calidez de la gente y sobre todo, por sus artesanías. No pudimos ver la Guelaguetza porque cuando llegamos la fila era enorme, pero eso nos motiva a venir el próximo año, llegar como muchos lo hicieron, de madrugada para poder tener un lugar”, expresó Sergio Pérez, originario de Michoacán.


En la fila nadie se movió y aunque la espera fue pesada, la gente se las arregló para soportar, sobre todo quienes llevan niños. En estos casos habría que turnarse para llevarlos a los juegos y así evitar la insistente pregunta: ¿falta mucho?


La señora Carmen, quien vive en la colonia Sabino Crespo, se preparó como quien lo hace al asistir a un día de campo. Llevó tortas y botellas de agua de jamaica para el desayuno; para la tarde, el menú fueron los antojitos expendidos en inmediaciones de la Rotonda de las Azucenas.


Tiempo atrás, recuerda doña Virginia Ortiz, las personas subían a la Rotonda de las Azucenas con sus tortillas y chapulines. “Ese día, los que podían estrenaban una blusa, unos huaraches; por eso cuando alguien estrena les dicen que hay que darle el remojo, porque eso pasaba cuando subíamos al cerro recién estrenados de ropa, la lluvia nos mojaba”.


El himno a la Diosa Centéotl se escapó del auditorio. Afuera, la gente también vibró con el corazón hermanado a la fiesta, aquella que se desborda del Cerro del Fortín, que es esperada por varios meses y es llamada la máxima fiesta de Oaxaca.


Homenaje Racial


Fue en abril de 1932, en la conmemoración del Cuarto Centenario de la fundación de la ciudad de Oaxaca, cuando nació el Homenaje Racial. Con el paso de los años, tomó el nombre de Guelaguetza y poco a poco se fue transformando. De celebrarse en abril, fue cambiado a julio. La relevancia que cobró llevó a la construcción de un escenario que tiempo después tuvo modificaciones estructurales. La misma demanda del público por asistir a la fiesta llevó a ampliar el número de presentaciones, así como del de delegaciones.


Actualmente, la Guelaguetza es una fiesta que se posiciona en el gusto del turismo internacional, como una de las expresiones culturales e indígenas más nítidas de México.

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