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El color de Oaxaca lo llevo en la sangre: Sergio Monjaraz

Foto(s): Cortesía
Redacción

El nacimiento


En una ranchería llamada El Recuerdo, Buenavista, Loxicha, Pochutla, Oaxaca, nació Sergio Monjaraz, en un hogar muy humilde donde sus padres se dedicaban al cultivo de maíz, café, cacao y frutas de la temporada.


Sergio fue el primero de siete hermanos, a quienes había que dar educación con los principios fundamentales e intelectuales; de esa manera cursa sus primeros estudios primarios, donde da muestras del interés por el dibujo y la pintura; por ese lado, los maestros comienzan a interesarse en las formas creativas del niño, a quien someten a concursos de dibujo y pintura, logrando siempre los primeros lugares.


Más tarde, Sergio fue a la secundaria, donde también se hizo famoso por la aplicación de los colores, en cualquier papel, cartulina o madera, la cuestión era plasmar el tema deseado.


Su inquietud lo hizo salir del pueblo rumbo a la capital oaxaqueña; aquí se atreve a decorar tapetes con flores naturales y un buen día, viendo los esfuerzos de sus padres que luchaban por la supervivencia económica, decidió irse de migrante a los Estados Unidos, trabajando en los campos agrícolas, después en los restaurantes; allí decide tomar un curso de inglés y a la vez de pintura en Nueva York.


La creatividad


Sergio permanece un buen tiempo en el extranjero conociendo técnicas diferentes en cuanto a pintura; vuelve a Oaxaca, inscribiéndose en un curso en la Casa de la Cultura, con el maestro Roberto Hernández, donde complementa sus estudios llegando a pintar retratos a lápiz y carboncillo; unos los vendía, otros los obsequiaba a quienes no tenían recursos económicos.


Con los conocimientos empleados se dedica al óleo, acuarela, no dejando el carboncillo.


El artista Sergio Monjaraz plasma sus sueños, sus sentimientos y el paisaje, en referencia a su tierra que lo viera nacer. En el extranjero tuvo mucho éxito en varias exposiciones, ya que los temas plasmados refieren la vida cotidiana del pueblo donde nació, llevando el mensaje de Oaxaca, las mujeres con alcatraces, los bodegones a su manera de mirar los hogares campiranos.


Lo atrayente del sentimiento o nostalgia es la belleza directa de conexión, con técnicas personalizadas que lo han llevado al mejor restaurante de Los Ángeles, California, donde se encuentra la típica comida oaxaqueña; los mexicanos radicados allá adquirieron varias obras del artista e inclusive, por acuerdo del gerente, se le entregó un reconocimiento y aunque él no radica allá, manda constantemente su obra para California.


Y tomando en cuenta a su pueblo, obsequió una obra sacra; ya en el interior del templo deslizó su pincel para plasmar un pasaje bíblico, lo cual le valió el reconocimiento de su comunidad.


Sergio Monjaraz no ha dejado de trabajar usando la madera para empacar el mezcal; ha plasmado temas en referencia a las costumbres y tradiciones oaxaqueñas, las cuales se exhiben en los restaurantes principales de San José del Pacífico, Oaxaca, haciéndolos llegar a Europa, donde su trabajo es bien reconocido.


Crítica


Monjaraz es un hombre sensitivo, exigente consigo mismo; lo prueba su estancia en el extranjero, donde el triunfo lo tiene ganado. Su obra tiene un contenido especial porque lleva el mensaje de un color muy oaxaqueño, pero muy personal, la creatividad del artista.


 

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