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Denarios: El papayal

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Foto(s): Cortesía
Redacción

Por Sebastiana Gómez

La sabia naturaleza en ocasiones nos sorprende haciendo lo propio. Lucas vivía con su familia en un pequeño lote que los líderes de un partido repartieron entre sus seguidores en un terreno que ocuparon allá en el Istmo de Tehuantepec. Así fue como fundaron la colonia Tulipanes. De la misma forma en que llegó la familia de Lucas, llegaron muchas otras que, a fuerza de trabajo y sacrificios, fueron haciendo su casa.

Marina y Lucas, eran los jóvenes padres de dos niños. Él trabajaba ganando el salario mínimo, cuando había trabajo. Con todo en contra, lograron hacer un cuarto de cartón que servía a la familia de protección contra el sol y la lluvia. Marina solía lavar ropa ajena en la casa de aquellas personas que solicitaran sus servicios. Con lo que le pagaban, podía comprar agua para el uso de su propia vivienda. En el patio estaba el lugar para cocinar, y también estaban el lavadero y el baño. Por las tardes, era el espacio para los juegos de sus hijos de cuatro y seis años. De las familias que vivían en esa colonia, ellos eran los de menos recursos económicos. Uno de sus vecinos levantó su barda con ladrillos y el otro con malla ciclónica, quedando su predio en medio de los dos. Marina y su esposo le echaban muchas ganas al trabajo porque también querían su casa de material.

Un día descubrieron con sorpresa que, en un pequeño espacio que dejaron los albañiles entre un ladrillo y el cemento de la barda del vecino, nació una plantita de papaya. Claro que las personas pensaron que la planta, que crecía de lado a partir de una barda, en algún momento se secaría, pues donde se encontraba no era posible regarla, ni tenía tierra para echar raíces. Aún así, le dijeron a sus hijos que tuvieran cuidado con ella. De esta forma, día con día veían el crecimiento de la planta que con la magia de la naturaleza, sacó un poco de su tallo y siguió creciendo apuntando hacia el cielo. El papayal creció, se cubrió de flores y cada una de esas flores se volvieron frutos. Las personas que lo veían, le tomaban fotos asombrados por su forma de crecer. Finalmente, la familia se dió cuenta que las papayas no crecerían más y se pusieron a pensar qué harían con la fruta.

En una de las casas donde Marina iba a lavar, le preguntó a la señora qué podía hacer con las papayas. La buena mujer le dijo que le enseñaría a hacerlas en dulce. Marina aceptó y aprendió cómo hacer dulces que después salió a vender, dándose cuenta de que esa era una buena forma de trabajar. Así se animó a seguir haciendo dulces de la fruta que pudiera encontrar. Empezó con la papaya y luego vinieron los dulces de tejocote, mango, durazno, etcétera, con tan buena aceptación que también su esposo comenzó a trabajar en la elaboración y venta de dulces. De esa manera, vieron la mejora de su economía y pudieron hacer otra casita mejor.

¿Quién iba a pensar que esa idea pudiera salir de un papayal que nació en el lugar menos indicado? ¿O fue en el mejor lugar?

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