El arte infinito de Daniel Buren  | NVI Noticias Pasar al contenido principal
x

El arte infinito de Daniel Buren 

Foto(s): Cortesía
Agencia Reforma

Francisco Morales V./Agencia Reforma

 

CIUDAD DE MÉXICO.- Daniel Buren recorre la Galería Hilario Galguera con una pequeña cámara digital, como la de cualquier turista, por su propia exposición. 

Todo de negro, elegante, con una camisa de cuello mao y el cabello cano bien peinado, el artista francés de 84 años, uno de los más celebrados del mundo, escruta su obra con atención, toma una fotografía y la revisa de inmediato. 

"Son simplemente infinitas", comparte, y en la pantalla de su cámara se mira cómo, desde un ángulo preciso que él no tiene dificultad para encontrar, su composición de cuadros y rayas, reflejada en un espejo en la pared, produce un efecto óptico que da la sensación, sí, de asomarse al infinito. 

Desde septiembre de 1965 -fecha que Buren recuerda con una certidumbre asombrosa- todas sus obras, las miles que están dispersas por el mundo, comparten un mismo elemento, reiterativo e inagotable: patrones de rayas, de exactamente 8.7 centímetros de ancho cada una, que alternan entre colores, negro, y blanco, según el caso. 

"Están siempre en algún lugar, y no siempre en el mismo lugar, y no siempre por la misma razón, en cualquier obra que haya hecho hasta ahora", explica en entrevista. "No sé cuántas haya creado, pero ciertamente 3 mil, o más". 

El turista promedio en París está siempre en la ruta de toparse con su obra más famosa, conocida ya popularmente como las Columnas de Buren, y ubicada en el patio interior del Palais Royal, el suntuoso palacio construido para el Cardenal Richelieu en 1639. 

Una instalación permanente, inaugurada en 1986, que consiste en una formación de columnas, de distintos tamaños, en donde el icónico patrón de rayas, aquí blancas y negras, está representado en el contorno de cada una. 

Desde el 2 de febrero de este 2022, la galería de la colonia San Rafael abrió al público Las cajas, trabajos situados, exposición individual del artista que será clausurada por él mismo este fin de semana. 

Buren (Boulogne-Billancourt, 1938), quien mantiene un proyecto masivo de documentación personal de su vasta obra, apenas puede ver por primera vez el trabajo en la galería mexicana que lo representa, a causa de las restricciones por la pandemia de Covid-19. 

Se trata de 25 piezas, producidas localmente, que muestran esculturas modulares compuestas con cuadrados de diversos volúmenes y colores, intercalados con espejos, y diseñadas específicamente para las paredes de la galería. 

"No es como trabajo usualmente, pero con los problemas para viajar y todo eso, lo hice desde donde vivo y, poco a poco, construí una serie de obras que pueden considerarse, para darte una idea, como una variación de, no un tema, sino de un objeto muy, muy, fácil de entender, y ese objeto es una caja", detalla. 

Los cuadrados, que sobresalen de la pared por su anchura, llevan, para quien sepa observarla, la marca de Buren, pues es en esas caras interiores donde se encuentra el patrón de rayas. 

Desde diversos ángulos, al mirar las franjas en los espejos, éstas se duplican, triplican o se extienden indefinidamente, quizá como una posible metáfora de la inagotable gama de usos que su autor les ha dado. 

Una herramienta inagotable 

Aquel septiembre de 1965, Daniel Buren realizó un viaje de poca duración a París, desde la isla de St. Croix, y se detuvo a buscar materiales en el mercado de Saint-Pierre. 

Para entonces, el joven artista había abandonado ya la pintura figurativa y buscaba, por cualquier medio posible, inspiración en diversos materiales para incluir en sus cuadros. 

Fue entonces cuando encontró dos telas, con perfectas rayas negras y blancas, que le servirían de matriz para el resto de su vida artística y que él llamó, casi de inmediato, su "herramienta visual". 

"Significa que es una herramienta, y una herramienta sirve para construir, o hacer cualquier cosa. Puede ser una flauta, si eres un músico, o puede ser un martillo, si quieres construir algo", explica. 

"Claro, con una flauta, lo mismo que con un martillo, puedes hacer lo que quieras, pero cuando eso está terminado, la herramienta por sí misma no tiene ningún significado. Esta herramienta únicamente existe cuando la puedes ver, entonces por eso la llamo una 'herramienta visual'", abunda. 

Dos años después, en 1967, habiendo adoptado las rayas como su herramienta, Buren abandonó la idea de mantener un taller fijo y decidió que su obra, primero como afiches disruptivos pegados en las calles, pertenecía al espacio público. 

Con el transcurso de las décadas, esta voluntad de trabajar "in situ" lo llevaría de tener problemas con las autoridades por pegar sus obras sin permiso, a ganar el León de Oro por diseñar el mejor pabellón de la Bienal de Venecia (1986), a construir su famoso Observatorio de la Luz en la Fundación Louis Vuitton, y tener exposiciones retrospectivas en los más importantes museos de arte contemporáneo, como el Guggenheim y el Centro Georges Pompidou. 

Con más de 3 mil obras construidas in situ, algunas permanentes, y otras como exposiciones temporales, las reflexiones de Buren sobre el arte en el espacio público lo hacen saberse privilegiado, pero no por ello voltea el rostro a lo más complicado de poblar ciudades con arte conceptual, como con su instalación en el Palais Royal.

"El ir todavía, después de 36 años, de alguna forma creo que muy pocos artistas pueden tener eso en su vida, porque incluso cuando se vuelven muy exitosos, usualmente no pueden verlo porque están muertos, así que no diré que es normal y que no importa", celebra. 

"Creo que es un privilegio fantástico y disfruto haber hecho algo así, incluso si, hablando del Palais Royal, fue casi destruido antes de ser terminado, porque la agresividad de la gente durante un tiempo fue enorme". 

A decir de Buren, existe una deficiencia importante en la educación occidental, que no aporta a los alumnos las herramientas para el acercamiento natural al arte conceptual, por lo que la aparición de una instalación en el espacio público llega a generar enojo. 

"Con una obra de arte pública, incluso en las grandes ciudades como México, Nueva York, o París, la mayoría de la gente no tiene absolutamente ninguna idea de qué es eso, por qué está ahí, quién es este artista", explica. 

Lo anterior puede llegar a causar una animadversión, incluso agresividad, por las obras que, aunque se trata de un fenómeno explicable, no justifica. 

Para fortuna suya, sin embargo, aunque con trabajos y traspiés, cientos de sus obras, realizadas con su herramienta visual inagotable, han ido echando raíces en las ciudades para las que fueron concebidas. 

Noticias ¡Cerca de ti!

Conoce los servicios publicitarios que impulsarán tu marca a otro nivel.