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Denarios: Mi medalla de oro

Medallas de oro
Foto(s): Cortesía
Alejandra López Martínez

Conchita Ramírez de Aguilar

“Elaine Thompson gana la medalla de oro y rompe el récord olímpico en la prueba de los 100 metros, con un tiempo de 10.61, en Tokio 2020”.

Al terminar de escuchar y ver la noticia por televisión, cierro los ojos y recargada en esta silla mecedora, en la que mamá arrulló a sus cinco hijos, me digo:

-Ha de ser una experiencia maravillosa ganar una medalla de oro en los  Juegos Olímpicos.

De repente, como un rayo poderoso, se ilumina mi mente y casi gritando, exclamo:

-¡Si yo he ganado medalla de oro!; no una, varias, ¡claro que sí!

Convocando a mis recuerdos, vuelvo a verme en mi lucha con el visitante inesperado que cambió mi vida para siempre: Guillain-Barré. La enfermedad autoinmune que paralizó mi cuerpo, permitiéndome solo el movimiento de mi cabeza; a quien enfrenté con terapias físicas intensas y dolorosas. Con  ayuda psicológica,  combatí los ataques de ansiedad que me detenían para continuar con la planeación médica, exacta y profesional, que se había elaborado para mí. Los logros, poco a poco se fueron realizando y así, un día, Esther, la terapista, me dijo:

-La semana que viene, dará sus primeros pasos sola.

Con el miedo reflejado en mi rostro, alcancé a decir:

-No puedo, aún no estoy preparada.

-Está bien, no puedo obligarla. Nos vemos mañana.

Al quedarme sola pensé en mi hijo, la familia, conocidos y aún desconocidos que no han cesado de apoyarme, y con la fortaleza que todos ellos me han dado, decidí intentarlo. Así, a la mañana siguiente, antes de iniciar la terapia, dije:

-Estoy preparada, quiero hacerlo.

A partir de ese día, se intensificaron los ejercicios físicos con la andadera, electrodos, masajes, etcétera. Mi terapeuta me motivó aún más y yo me visualicé caminando sola: “Sí, claro que lo haré”.

Por fin, es el gran día. Sentada en la silla escucho las palabras de aliento que me dan y respirando profundo trato de convencerme que todo será un éxito. Llegado el momento, me levantan de la silla y me colocan en la línea de salida; ahí, a mi lado, están en sus correspondientes carriles, mis contrincantes: el Miedo, la Cobardía, el Derrotismo, todos ellos preparados para ganarme esta prueba. En la meta está mi hijo con los brazos abiertos para recibirme; detrás de mí, Esther, sosteniéndome de la cintura, al tiempo que me susurra al oído:

-Usted puede. ¡Adelante!

Con la vista al frente y tratando de controlar mis nervios, escucho:

-En sus marcas, listos… ¡fuera!

Esther me suelta, mi hijo me alienta y yo, en una fracción de segundo, respiro con fuerza y le ordeno a mis piernas que se muevan y ahí voy: uno, dos, tres, cuatro pasos, ¡sin ayuda!, que para mí fueron 400 metros. Los brazos de mi hijo me reciben, como yo a él cuando aprendió a caminar. Agotada por el gran esfuerzo, me recargo sobre su hombro y lloramos de emoción. ¡Ganamos todos! y aunque no puedo levantar mis brazos ni saltar, grito, lloro, río. ¡La medalla de oro es mía!

Sí. Yo, como Elaine Thompson, obtuve medalla de oro, luchando y enfrentando mis debilidades y miedos.  Gané la prueba y ahora, camino sin ayuda.

“Mi terapeuta me motivó aún más y yo me visualicé caminando sola”.                                             

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