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Curandera de España ofrecía cocktails de la muerte a sus clientes

Gente vendiendo en la calle
Foto(s): Cortesía
Alejandra López Martínez

Agencias

Magdalena Castells Pons era una bruja que se ganaba la vida como adivina, curandera y herbolaria para prácticas abortivas en la dura época de la posguerra en Palma de Mallorca, España.

El 'cocktail de la Muerte'

A finales de 1939 y principios de 1940, a Magdalena Castells ya le quedó pequeño su negocio y decidió ampliarlo para ofrecer sobres con veneno a clientas deseosas de acabar con la vida de algún familiar o allegado. 

El "cocktail de la Muerte" lo vendía a la nada despreciable cantidad de 500 pesetas cada sobre, compuesto por una mezcla de harina, arsénico y bario, productos que no era difícil de conseguir ya que eran ingredientes que se podían adquirir en droguerías.

El bario formaba parte de preparados plaguicidas; por tanto, su obtención no suponía ningún problema.

En aquella época se podía conseguir el arsénico de dos formas. El método más simple era comprarlo en droguerías, cosa fácil para las sirvientas pues no levantaban ninguna sospecha. Era lo más lógico que fueran ellas las encargadas de comprar veneno contra hormigas o ratas.

La otra manera, más sofisticada, era conseguirlo a través de gente como Magdalena, para no despertar sospechas y tener una cortada en caso de ser descubiertas.

Conocedora de las propiedades tóxicas del producto Ratil, compuesto de arsénico blanco, que adquiría sin problemas, Magdalena hacía la mezcla y se la ofrecía, en pequeñas cantidades distribuidas en sobres, a aquellas mujeres que acudían a su domicilio en demanda de sus malas artes y, además, les estimulaba a adquirirlos.

El negocio de Magdalena contaba con Antonia Font, intermediaria que regentaba una sastrería y desde allí encauzaba a la clientela hacia la bruja.

Y es así como el producto llegó a sus cuatro únicos consumidores. 

Curiosamente no todos los casos fueron crímenes pasionales, pero sí perpetrados por mujeres, las que más matan con veneno y por despecho.

El 'negocio' es descubierto 

La Guardia Civil se enteró del oscuro negocio existente en el hasta entonces tranquilo barrio de La Soledad, en la ciudad de Palma de Mallorca, por lo que se puso a investigar.

Un agente de la Guardia Civil se hizo pasar por un cliente interesado en adquirir el veneno para matar a su mujer. Instantes después varios agentes más llegaron y arrestaron a la intermediaria, quien delató a su cómplice y a sus clientas asesinas.

Los crímenes

El primer crimen lo cometió Juana María Veny. En la Navidad de 1939, el médico certificó como causa de la muerte de Andrés Pedrosa, el marido de Juana, como colapso.

En el juicio, Juana, lejos de declararse culpable, aseguró que su intención había sido curar una lesión que tenía su marido en el pie.

En realidad lo quitó de en medio para quedarse con su amante, Tomás.

Anteriormente intentó matarlo con un preparado de hierbas a base de valeriana y flor de azahar, pero lo único que conseguía era que su marido durmiera en forma placentera.

Según el certificado de defunción, Miguel Massot murió por una hemorragia interna.

Lo cierto es que su mujer, Margarita Martorell lo mató para poder dedicarse a la prostitución. La vida de la víctima costó 350 pesetas, tres sábanas, un corte de traje y un reloj.

El tercer asesinato fue cometido por María Nicolau, que asesinó a su suegra, María Mesquida, de setenta y seis años. El motivo fue porque la anciana quería contraer matrimonio con un joven de veinticinco años, y así dejar sin herencia a la nuera.

En octubre de 1940, Antonia Suau Garán acabó con la vida de su marido, Pedro Garán. Eran tío y sobrina.

Antonia manifestó que sólo quería que Magdalena le adivinase la cuantía de la fortuna amasada por su esposo en América.

La realidad es que Pedro Garán había vuelto de ese continente con fama de adinerado y ella, siendo sobrina de él y mucho más joven, se casó pensando en esa fortuna.

Al darse cuenta que en realidad su flamante marido era más pobre que una rata, Antonia compró los sobres con veneno a Magdalena y se los agregó al café y a la comida de Pedro.

Condenan a la bruja y a sus cómplices

Magdalena Castells fue condenada a muerte aunque tras imposición de recurso, el Tribunal Supremo sustituyó la pena por treinta años de prisión por cada uno de los asesinatos, con la agravante de empleo de veneno. De esta forma se libró de la pena de muerte.

Las autoras de los crímenes fueron condenadas a entre 25 y 30 años de prisión cada una, y Antonia Font a 14 años por colaboradora.

Otras mujeres asesinas

Magdalena Castells Pons era la versión española de la francesa Voisin, que fue una auténtica profesional del envenenamiento en la Francia del rey Luis XIV, bajo la tapadera de la quiromancia, el tarot y las bolas de cristal.

Utilizaba arsénico para espolvorear en animales domésticos que, al ser acariciados por las víctimas, soltaban el veneno al aire de modo que era inhalado.

Otra forma de administración era lavar la ropa de la futura víctima con jabón con arsénico para que las prendas quedaran impregnadas del tóxico y fuera penetrando poco a poco por los poros de la piel. Fue condenada a morir en la hoguera.

A comienzos del siglo XVII también se dedicó a lo mismo Anne Turner, hechicera, fabricante de filtros y ungüentos para su numerosa clientela casi siempre femenina.

Empleaba arsénico, veneno de sapo y cantáridas para preparar tartas y confituras que sus clientas ya se encargarían de administrar a sus víctimas. Fue ejecutada en 1615.



 

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