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El Mercado orgánico de Huatulco cumple 11 años y celebran a lo grande

Foto(s): Cortesía
Nadia Altamirano Díaz

En un panorama comercial complejo para quien quiere cuidar su salud sin que sea el medio ambiente quien pague el alto costo, el Mercado Orgánico de Huatulco se ha abierto paso por 11 años consecutivos.

Plantas medicinales o de ornato, tratamientos capilares o corporales, gastronomía, pero sobre todo productos que no requieren químicos conforman una amplia variedad que ofertan alrededor de 70 personas cada sábado en el parque de Santa Cruz Huatulco, en la Costa de Oaxaca.   

Imponerse a la tragedia

La estela de la tragedia que vino con un cáncer en su ojo izquierdo, le dio a María Rita Buston Millán el inesperado inicio de un negocio propio.

“Se me cayó el cabello como si me lo arrancara, eran medicamentos tan fuertes que me inyectaban en el quirófano para calmar el dolor”, pero una amiga le dio una receta que le permitió que volviera a nacer. 

Rita se demoró unos dos años para que su cabello se volviera abundante y el éxito del tratamiento hizo que sus hijas la animaran a hacerlo para vender.

Cuando el Mercado Orgánico de Huatulco cumplió un año, Rita llegó con una mochila en la que cargaba cinco botellas de su shampoo.

Cargaba también una pequeña mesa de cedro, un banco, pero sobre todo una fe muy grande que la llevó a tener la marca Savi-nat que ahora incluye más de 50 tipos de jabones medicinales, ungüentos, esencias para los nervios y crema para peinar el cabello.

“De esto vivo, de lo poquito que vendo”, expresa una mujer que tras una separación de pareja se volvió autosuficiente y capaz de sostener económicamente a hijas e hijos que ya son personas adultas.

La magia de la naturaleza

En los 11 años recientes Ester Olivera Bustamante llega cada sábado al Mercado Orgánico de Huatulco para expender, de 8:00 a 14:00 horas, peces y una diversidad de plantas, sobre todo acuáticas.

La primera vez que participó en este mercado fue por una amiga que invitó a su hijo Uriel, a quien las dificultades familiares le impidieron estudiar más allá de la secundaria, pero quien encontró en “San Youtube” la forma de aprender del amplio  mundo  de la biología.

“En 2014, a mis 38 años me detectaron quistes en los senos, empecé a buscar alternativas naturales, a cultivar mis propios alimentos, limones, nopales, epazote y hierbabuena”, un poco de lo que llevó en su primera participación en el mercado orgánico. 

De a poco, a su venta fue incorporando plantas de ornato y peces, pero ahora trae plantas acuáticas y promociona jardines de ese tipo.

“Los clientes están muy contentos, mi pasión son las plantas”, dice segura de que hay que tener buena mano para garantizar que la naturaleza multiplique su magia.

Sus conocimientos alcanzan lo referente a 150 plantas medicinales, como la canela que es un arbusto cuya hoja sirve para baños que expulsan un resfriado del cuerpo.

“La naturaleza es una maravilla”, asegura una mujer que adentrarse en las plantas ha sido como que regresar al pasado”, cuando de niña se iba al campo con su padre Manuel, quien no necesitaba medicina alopática para sanar.

Mientras Ester habla, Mateo, un cliente de nueve años que la visita desde que tenía cuatro, la escucha y encuentra la oportunidad para contarle sus vivencias tras comprarle un caracol manzano.

“Es hermafrodito, no necesita de otro para reproducirse, pero no hay que ponerlo con los peces porque se los come”, dice Mateo con la vivacidad encapsulada en su ojos de niño curioso.

En este complejo turístico de playa fundado por el Gobierno Federal, el mar ayuda a dar humedad al intenso calor de mayo, pero las nueve bahías son visitadas principalmente por visitantes locales, lo que los prestadores de servicios turísticos llaman temporada baja.

Pegada al comal, Hilda Guzman Mijangos cuenta parte de los 10 años que lleva en el mercado orgánico, donde se reveló como una cocinera tradicional.  

“Una de amarillo y otra de nopales”, le pide a Hilda su hija Carelia, quien sostiene una libreta en la que anota los pedidos de tres personas que esperan almorzar. 

En un pizarrón está escrito el menú para las dobladitas: nopales, amarillo de pollo, quesillo o amarillo de camarón, porque recién se acabaron las papas con chorizo y lo tamales de frijol.

Este fin de semana no ha traído el escabeche de pescado que a Hilda la hizo famosa como cocinera tradicional en Zimatlán, una comunidad del municipio de Santiago Astata que está en la división de las regiones de la Costa y el Istmo.

Han pasado 2 horas y media desde que comenzó la venta y está por acabar todo lo que preparó para vender, porque su familia se encarga desde la siembra del maíz, hasta la elaboración de la tortilla.

Hilda empezó a vender en este mercado lo que cosechaba, pero en 2011 el paso del huracán Beatriz acabó con el pequeño restaurante familiar y dejó una profunda tristeza que superó sólo cuando aquí cambió su giro al de la comida.

“Fui la primera que empezó a vender comida y eso nos llevó a empezar a cosechar maíz”, además de que innovó en la oferta gastronómica al ofrecer rarezas como el escabeche de pescado, mole amarillo de chepil, camarón o de cocomelca, como se le llama al rabo de lagarto.

Agrosustentable

Entre los puestos, la comida es lo primero que se acaba y la venta debe ser redituable para pagar el pasaje de largos viajes como el que desde 10 años hace Laura Fuentes Cruz desde El Mandimbo, San Miguel del Puerto para ofertar tostadas de maíz combinadas con

Tostadas hechas en el comal de masa de maíz combinada con cacahuate, corozo (semilla pequeña de una palma), coco de agua o ajonjolí.

Para poder pagar con otras dos compañeras los mil pesos de ida y vuelta a su comunidad, vende también café tostado o molido, tortillas de maíz rojo, miel, cebollines, berros, té limón, calabacita con chepil, verdolagas, tomates y chilitos que son productos orgánicos porque no requieren químicos.

“No todo lo que cultivamos traemos, pero sí lo que sobra, tenemos un recurso para la familia y para el pasaje que sale bien caro”, lamenta Laura.

El alto costo en la transportación ha influido para que de 18 mujeres productoras que viajaban de La Merced del Potrero, en el municipio de San Miguel del Puerto, a 61 kilómetros de distancia, ahora sólo lleguen ocho.

“A veces nos sobra producto y las ventas no dan para pagar 200 pesos ida y vuelta”, reflexiona Teodora Hernández Sánchez, quien no deja de venir porque su participación implica demostrar que “se puede sobrevivir con el conocimiento y uso de los recursos naturales, estar en armonía con la salud y el medio ambiente”.

Como tesorera de la Asociación de Productores del Mercado Orgánico Huatulco, Magdalena Hernandez Ramírez, sabe de números, en temporadas altas que trae a vacacionistas participan hasta 70 productores.

“Las personas fundadoras eran como 12”, recuerda una mujer que se sumó el segundo sábado porque llegó a comprar quesos artesanales, pero le gustó la buena música y el ambiente de compartir lo que se produce sin dañar el medio ambiente, pero sobre todo con respeto a las plantas y animales. 

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