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Productos chinos ganan terreno a artesanías de Oaxaca en durante la Guelaguetza

Foto(s): Cortesía
Redacción

Sin autoridad que regule la originalidad de los artículos que se ofrecen a quienes recorren las escalinatas que dan acceso a los palcos A y B del Auditorio Guelaguetza, el comercio que florece cada Lunes del Cerro se conforma lo mismo de comida chatarra y tradicional, como de artesanías oaxaqueñas que se mezclan entre productos de manufactura china o ropa que es típica, pero de otros estados del país.


“Hay juguetes o productos que no son originarios de Oaxaca y, ¿por qué tendrían que venderse este día si no son propios del estado de Oaxaca”, se pregunta Griselda Miguel Cruz, artesana que talla la madera para darle forma de figuras que pueden colocarse en la pared y que en abril pasado ganó el segundo lugar en el certamen local de Juguete Popular Oaxaqueño 2017.


Ella, junto con su madre Silvia Miguel, llegaron ayer desde temprano a las escalinatas del Cerro del Fortín, que comunican la calle de Manuel Sabina Crespo, en el centro de la Ciudad, con el auditorio, para montar en el suelo un puesto de 1.7 metros de largo a cambio del pago de 40 pesos al Ayuntamiento de Oaxaca de Juárez, 20 pesos por metro.


Reino pirata


A excepción de la comida y bebidas que conforman la gastronomía de Oaxaca, en esta vendimia que se habilita los dos últimos lunes de julio se encuentran lo mismo aceites corporales o comestibles, que calcetas, máscaras de luchadores, replicas piratas de discos compactos, en DVD o formato Blue Ray, al igual que ropa de segunda mano, desvirtuando la posibilidad de ofrecer productos característicos del arte popular.


Cuando llegó a radicar de Huajuapan a la ciudad de Oaxaca, la señora Silvia Miguel empezó a vender con su familia tenates y sombreros de palma hace 25 años, cuando les dejaban colocarse en la parte más cercana al acceso de los palcos del auditorio y “cuando no nos cobraban nada”.


Hace un año, a ella ni a su hija los inspectores no las dejaron instalar su puesto porque aseguraban que eran de manufactura china, dejando ver el desconocimiento hacia la artesanía tallada en madera, “en 2016 a está hora ya habían quitado lo que no fuera artesanías, deberían revisar”, dice en tono de invitación a las autoridades.


No hubo control



En esta vendimia, la ropa de segunda mano desvirtúa la posibilidad de ofrecer productos característicos del arte popular. FOTO: Emilio Morales

“Nos dijeron que puros artículos típicos. Existen unos que no acatan disposiciones, pero nosotros nada más levantamos el censo y ya actúa la parte operativa para retirar los puestos”, justifica en una plática informal uno de los inspectores en vía pública del Ayuntamiento de Juárez. Pasaba medio día y el censo aún no terminaba.


Entrevistado vía telefónica la tarde de ayer, el director de Normatividad en la Vía Pública del Ayuntamiento de Oaxaca de Juárez, David Tejada Morales, da esa capacidad de diferenciar entre lo que es permitido y lo que no a quienes presiden el Comité de Vida Vecinal en el lugar, no dio siquiera el número aproximado de vendedores, aunque quien recorra el lugar puede percaterse que son menos de cien.


“El censo lo están haciendo ahorita (aún a las 18:00 horas), van cobrando con el área de ingresos para poder saber cuántos se instalaron. Son puestos que se instalan cada año y ya llevan una tradición, son los mismos colonos de esa zona, el Convive lleva el orden de lo que se instala, no entra uno más ni uno menos, porque ya no hay espacio”, se excusa.


Filigrana, bordados, sombreros...


El tejate, las frutas que las “meñas” sirven “curados” en alcohol o las empanadas elaboradas en comal se intercalan entre puestos de filigrana, bordados del Istmo, sombreros de palma, playeras con letras de Oaxaca pero con diseños de venados que recuerdan el arte huasteco, y revendedores de ropa típica de Oaxaca mezclada con la que viene de Chiapas y Guatemala, jícaras grabadas por manos de Pinotepa de Don Luis, en la costa oaxaqueña o botas con bordados del Istmo, pero manufacturadas en León, Guanajuato.


Pocos son los o las “propias” artesanas que, como Asunción y su hija América, saben lo que es tardar dos meses pegadas a ratos a un telar de cintura para terminar un huipil característico del municipio costeño de San Juan Colorado.

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